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Historia, drama y Teología.

Aproximaciones al pensamiento histórico en la obra de Hans Urs von Balthasar.

 

 

Patricio Iván Pantaleo.

 

Universidad Católica de Córdoba-IFDC-SL (Argentina).

 

 

INTRODUCCIÓN

El objetivo específico del artículo es abordar las principales indicaciones y definiciones del pensamiento histórico en la teología de Hans Urs Von Balthasar. Por pensamiento histórico se entiende aquí, al lugar propio que Von Balthasar le otorga a la historia en cuanto acontecimientos[1] en la formación y determinación de su teología, entendida ésta, a su vez, como Theos legôn, es decir, “Palabra pronunciada por Dios” (Martínez-Gayol, 2009: 16). El objetivo es así, aproximar determinaciones al lugar que von Balthasar le otorga a los devenires humanos en la manifestación o diálogo de los hombres con Dios. Para esto, el desarrollo utilizará como herramienta metodológica la siguiente hipótesis: La presencia del elemento histórico en la teología de von Balthasar es primordial. El teatro del mundo representa el drama de la historia humana, a su vez que Dios se introduce en este teatro representando, mediante la Encarnación, la figura de la salvación. Esto implica en la teología de Balthasar que el drama de la historia humana se convierta en un Teodrama que a la vez que condena, posibilita también la salvación humana, haciendo de su teología una teología eminentemente histórica.

Para el desarrollo, la argumentación se dividirá en dos capítulos. El primero de ellos, Teología como Palabra de Dios, aborda de manera sucinta las principales directrices de la propuesta teológica que von Balthasar desarrolla en su obra madura. En segundo lugar, el capítulo denominado El lugar de la historia en von Balthasar, profundiza brevemente en el elemento histórico de su desarrollo y el lugar que éste ocupa en el diálogo y la interpelación del hombre con Dios.  

 

TEOLOGÍA COMO PALABRA DE DIOS

 

Abordar el pensamiento de von Balthasar, no sólo es abordar a uno de los mayores teólogos del siglo XX, sino también a unos de los grandes y más completos pensadores de la centuria. Su propuesta logra integrar los desarrollos teológicos, con las categorías filosóficas, estéticas y dramáticas de diversos ámbitos contemporáneos. Con una vida itinerante, logra la amalgama más elocuente del siglo XX entre un desarrollo racional-teológico con un apuesta por la experimentación amorosa y hasta silenciosa de Dios. Con la influencia y la especificación que le brinda su compañera de vida Adrienne Von Speyr, determina una propuesta que integra la experiencia histórica en la experimentación de lo trascendental y la argumentación lógica en la búsqueda de lo inefable.

La propuesta general de Balthasar se guiará por ese pensamiento iluminado por la fe puesto al servicio de una experiencia trascendental de realización. Sin embargo, a diferencia de la mayorías de las teologías místicas o ascéticas que buscan generar o preguntarse por las condiciones necesarias para lograr dicha apertura, la teología del autor parte de la pregunta opuesta, es decir: “¿Cómo tiene que ser Dios para salir al encuentro de la criatura, para llamarla a una misión que es concebida como colaboración con Dios mismo, para revelarse, donarse y entregarse a ella?” (Martínez-Gayol, 2009: 8) Esta pregunta ontológica va a determinar su punto de partida para la reflexión teológica. Va a partir de una paradójica distinción entre el Creador y la criatura, entendida según Martínez-Gayol (2009) como analogía entis, que implica:

“El ´ser` puede ser predicado del Creador y de la criatura, pero no de idéntica forma, sino de un modo análogo. El ser es lo que hace ser a los entes, pero no se puede reducir a un ente en particular, ni a la suma de ellos. Pero el ser sólo puede existir en los entes. Esta es la condición paradójica de la realidad. Dios es el ser que subsiste por sí mismo, y la creación recibe de él su ser, es decir participa del ser de su creador, por eso aspira a la plenitud y a la infinitud, pero éstas nunca las podrá lograr por sí mismo puesto que es finito” (p. 10).

 

De la misma forma, Vargas Abarca (2010) aclara al respecto “que el hombre para ser plenamente hombre necesita de sí mismo para desarrollarse, pero sabiendo que su existencia es dada por otro. Por ende, que para ser pleno requiere de este otro, que es Dios” (p. 167). Von Balthasar, por su parte, en Gloria sostiene:

“Dios es absolutamente Otro sólo en cuanto non-aliud, no-otro (Cusano): como quien envuelve a todos los seres finitos bajo el único manto de su ser indivisible hasta que ellos ―como seres que no son él sino que deben su posibilidad a su poder y su potencialidad (de aprehenderlo como realidad y de refugiarse junto a él) a su libertad ingeniosa y creadora― están en disposición de participar en una distancia infinita de su realidad, GL 5, 574” (en Vargas Abarca, 2010: 167).

 

Ahora bien, sobre este punto de partida, Balthasar encuentra en la teología algo más que mera especulación argumentativa sobre la naturaleza de lo divino y su relación con el hombre. Cuando Balthasar concibe al hombre, en su naturaleza paradójica, como realizable y cognoscible en su esencia sólo a través de lo totalmente Otro que representa la naturaleza de Dios, encuentra en la teología el medio vivo que posibilita la interpelación y el reconocimiento con lo trascendental. En palabras de Martínez-Gayol (2009), “la teología debería ser el estudio de un fuego y una luz que nos quema desde el corazón del mundo” (p. 10). Este estudio se deriva de la experiencia de la adoración y de la obediencia. La experiencia en von Balthasar es la materia viva de la reflexión y disertación teológica. La dedicación teologal a la práctica continua de la adoración del misterio divino y de la obediencia a los preceptos que facilitan y guían esa adoración, lleva al teólogo suizo a pregonar por una “teología arrodillada, frente a lo que él llama una teología de pupitre, o una teología sentada” (Martínez-Gayol, 2009: 17).

En base a este pensamiento, desarrolla sus principales categorías para descubrir la proximidad del hombre con el misterio divino, y posibilitar que la teología aporte al reconocimiento de la relación hombre-Dios desde una práctica experiencial, comunicándola mediante argumentaciones racionales, como lo demuestra la magnitud de su obra. Todo esto, para contradecir la teología inversa, la que indaga mediantes supuestos teóricos sin hincapié en la práctica religiosa y huyendo de ella a la hora de encontrar respuestas teologales. Sintetizando el punto de partida de la obra del teólogo, junto con lo que realiza en base a ello, Vargas Abarca (2010) sostiene destacando la valoración que éste tiene sobre el cristianismo:

“Lo que hace Balthasar es construir un andamiaje para poder en definitiva adherir a Dios como aquello infinito que nos desborda y que nos sostiene en nuestra finitud, allí en el misterio del propio ser que se presenta como invitación en nuestra existencia. Por este motivo, el cristianismo es y sigue siendo ―según Balthasar― quien mejor ha podido acercarse a este misterio inexorable. Para nuestro autor: «La respuesta cristiana está contenida en los dogmas fundamentales de la Trinidad y de la Encarnación (…) categóricamente rechazados por la razón humana que se erige como absoluto» Teológica, 1: 287” (p. 167).

 

Con este intento, Balthasar devela su máxima creencia y su única opción. Para el teólogo en cuestión, sólo en el cristianismo se da todo lo necesario para poder alcanzar la realización humana en tanto reconocimiento de la paternidad trinitaria de Dios. Y en esta trinidad, el camino único y directo, Jesús Cristo. En un artículo titulado ¿Por qué todavía soy cristiano? (1974), Balthasar luego de dimensionar las características primordiales del evangelio que le posibilitan ver en Jesús el camino, la verdad y la vida, concluye:

“Abordemos una última reflexión: el punto desde el que se irradia toda esa luz es el lugar del encuentro entre Dios y el mundo y se llama Jesucristo. No es sólo el motivo inspirador, más o menos casual, de una doctrina y conocimientos universales, sino el acontecimiento permanente que revela al amor de Dios y amor de los hombres, la concreción de este doble amor, su punto focal en el sentido más pleno del término. El Espíritu santo puede sumergir nuestra existencia en este punto, pero nuestra identificación con él nunca será tal que nos impida poderlo considerar siempre como el máximo objeto de nuestro amor, como un tú que diáfanamente se desdobla en el tú inalcanzable del Dios trinitaria del amor y en el tú siempre nuevo del «más pequeño de mis hermanos” (p. 23).

 

Así, puede identificarse la preponderancia conceptual que en su teología presenta la figura y el estudio de Jesús. Como sostiene, Espezel (2009) “la figura cristológica con su fundamento trinitario tiñe a su vez su teología entera” (p.305).

 

EL LUGAR DE LA HISTORIA EN VON BALTHASAR

 

La relación de Dios con el hombre, en von Balthasar, es primordial. La historia, los devenires humanos y la posibilidad que representan estos en la práctica teológica, constituyen el punto de análisis fundamental que utilizará en su obra.

Von Balthasar parte de una dicotomía primordial del pensamiento filosófico: esencia e historia. Atribuye lo esencial a lo eterno y divino y lo histórico a lo humano y cambiante. Sin embargo, no establece distancias insalvables ni tampoco los analiza como meras oposiciones, sino como, y retomando su analogía entis, a lo histórico como diferenciado y particular pero imposible sin y fuera de lo esencial. Al respecto sostiene en su Teología de la historia (1964):

“Quien emprende la consideración de lo histórico en su conjunto, debe asignarle, si no quiere caer en un mito gnóstico, un sujeto general que obre y se manifieste en lo histórico, y que a la vez sea una esencia universal normativa. Tal sujeto sólo puede ser o bien Dios –pero Él no necesita Historia para llevarse como mediador a sí mismo-, o bien el hombre –pero éste, como sujeto libre y activo es siempre evidentemente ese individuo aislado que no puede dominar la historia en su conjunto” (p.18).

 

En esta caracterización ontológica de lo histórico, es donde Von Balthasar brinda el rol principal al redentor como sujeto que posibilita la apertura a lo trascendental. Es donde da inicio a su cristología, al suponer la incapacidad del ser humano para lograr un acceso sin la gracia divina, sin la intermediación del Redentor. Al respecto, argumenta:

“…el aspecto positivo de la Redención del género humano sólo puede corresponder a un individuo (como fundador religioso y ´redentor`) si tiene la genialidad religiosa de haber rastreado y mostrado por primera vez un ´camino de Redención` radicalmente universal y accesible a todos. Tal camino sólo puede ser histórico en un sentido exterior: si ha de tener validez para todos, debe estar arraigado en lo esencial como camino más universal y más válido; en lo esencial del hombre, del destino, y del cosmos en su conjunto” (p. 20).

 

El lugar de Cristo en la historia, según la teología de Balthasar, es el lugar de la Redención, del reconocimiento de la paternidad eterna de Dios sobre la creación, y la posible diferenciación, volviendo a la analogía entis, que significa el libre albedrío de reconocerlo. La venida de Cristo es el recuerdo de la obediencia a Dios como el único camino en la historia de la salvación. A su vez, la Encarnación significa la presencia continua de Dios en el teatro del mundo, y el no olvido del Creador respecto de su creación. Diferenciándolo, una vez más, de concepciones gnósticas que suponen un deus otiosus que se retira de la relación histórica con el hombre, sin brindar los medio de salvación y dejando a éste último todo el trabajo de liberación, la Encarnación representa la teodrámatica, el diálogo humano-divino. En consecuencia, Balthasar argumenta:

“Así ambas cosas son ciertas: el Hijo, aun cuando se adapte a la forma histórica de la voluntad del Padre, no obedece a los hombres, sino a Dios; pero a un Dios que se ha metido tanto en su creación que debe obedecer a la consecuencia de Pasión de su propia decisión libre. Y entonces ocurre que el Hijo, en cuanto obedece inmediata y libremente al Padre en el cielo, inserta, con su cumplimiento, todo lo histórico en su misión y le da su sentido último” (p.65).

 

El lugar de la historia solamente es leído aquí, desde su teología. Una historia humana que se escinda de la relación dramática de la existencia y los hechos del hombre en relación a lo divino, es una lectura ateológica, que no parte del drama primordial y no contribuye a su interpelación. La historia es, pues, historia de la salvación, y Cristo es la figura primordial que expresa las principales aristas de ésta: Dios como creador que participa de la criatura, el hombre como criatura que se olvida de su creador y Cristo que recuerda el camino de redención. La historia de la salvación constituye, por último, el drama final de la historia humana. Es el teodrama. Pregunta y respuesta que lo inunda y constituye todo, y que al responderlo, se responde todo. En Teodramática (1990), argumenta que responder a la salida incierta que representa la historia de la salvación, es responder a todos los misterios teologales:

“Nos guardamos de responder aquí a esta pregunta; basta que se haga perceptible; y si se la siente, ya no se ve uno libre de ella, es omnipresente. Todo depende de su respuesta; hasta el ´¡muy bueno!` del relato de la creación, hasta el problema del ´árbol del conocimiento del bien y del mal`, hasta el problema de la ley, de la que se dice que no es fácil guardarla (Dt 30, 11ss) y que sin embargo ha sido promulgada para mostrar al hombre que no consigue guardarla (Gal 3, 19), hasta el problema de la redención por Cristo que ha expiado por todos los pecados del mundo y que sin embargo juzgará a cada uno según sus obras, hasta el problema de la ´despotenciación` de todos los poderes cósmicos antidivinos que siguen más que nunca dominando la historia del mundo…” (p.120).

 

CONCLUSIÓN

Luego del desarrollo, es pertinente concluir que la propuesta teodrámatica de von Balthasar es, por un lado, histórica en cuanto que su desarrollo teológico se fundamenta en la relación directa y elocuente de Dios con los acontecimientos humanos, a su vez que estos significan la expresión de la capacidad del hombre de interpelar con su Creador, a través de Cristo. Pero, sin embargo, por otro lado se puede deducir que es un teología eminentemente ahistórica en cuanto a que da preponderancia a una lectura esencialista y metafísica que supedita el factor histórico a una mera manifestación de lo trascendental y a la espera de ser diluido en la redención última posibilitada por la misma historia de la salvación que se deshace.

 

 

BIBLIOGRAFÍA

-          Aróstegui, J. (2001) La investigación histórica: Teoría y Método, Barcelona: Crítica

-          Avenatti de Palumbo, C. (2006) “La ´habilidad comunional` como figura conclusiva de la Teodramática de Hans Urs Von Balthasar”, en Revista Teología, Tomo XLIII, N° 91, pp. 535-541.

-          Dossé, F. (2003) La Historia: conceptos y escrituras, Buenos Aires: Nueva Visión

-          Espezel, A. (2009) “La cristología dramática de Balthasar”, en Teología y Vida, Vol. L, pp. 305-318.

-          Florio, L. (2013) “Ceración y teodrama: incorporación de la historia de la vida en el horizonte de la Teodramática de H. U. von Balthasar”, en V Jornadas Diálogos: Literatura, Estética, Teología, Biblioteca Digital: UCA.

-          Koselleck, R. (2010) historia/Historia, Madrid: Trotta.

-       Martínez-Gayol, N. (2009) “Hans Urs Von Balthasar”, en Aula de Teología, Santander. Disponible en: http://www.unican.es/NR/rdonlyres/C6BBA65D-04D3-4FD7-9FEC-6080C8712638/0/HANSURSVONBALTHASAR... [Última consulta: Agosto de 2014].

-          Vargas Abarca, J. (2010) “El mal como posibilidad de la libertad y el poder según Hans Urs Von Balthasar”, en Veritas, N° 22, pp. 161-189.

- Von Balthasar, H. U. (1990) Teodramática, Madrid: Ediciones Encuentro. Disponible en: http://books.google.com.ar/books?id=djN8bI9ShBgC&printsec=frontcover&source=gbs_ge_summary_r&cad=0#v=onepage&q&f=false [Última consulta: Agosto de 2014].

-          Von Balthasar, H. U. (1964) Teología de la historia, Madrid: Los libros del monograma.

-          Von Blathasar, H. U. (1974) ¿Por qué soy todavía cristiano?, Salamanca: Ediciones sígueme. Disponible en:

http://www.mercaba.org/Teologos/Balthasar/porque_soy_cristiano.pdf



[1] Existe, según los principales estudiosos de la disciplina histórica, una anfibología en el término historia, difícil de destacar en la lengua española, pero más visible en otras lenguas como el alemán y el inglés. Esta dicotomía hace referencia a la historia entendida como disciplina o estudio, o a la historia entendida como acontecimiento, lo que sucede. Es esta acepción la que se utiliza aquí, y no el de la disciplina histórica que tiene connotaciones más historiográficas. Cf.: Dossé, F. (2003) La Historia: conceptos y escrituras, Buenos Aires: Nueva Visión; Aróstegui, J. (2001) La investigación histórica: Teoría y Método, Barcelona: Crítica; Koselleck, R. (2010) historia/Historia, Madrid: Trotta.

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