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Una discusión sobre el método de interpretación histórica de Quentin Skinner

 

Angel María Rañales Pérez

 

Universidad de Kansas (EEUU).

 

 

 

Resumen: Quentin Skinner ha establecido un parangón de análisis textual ampliamente valorado y promulgado en la crítica de interpretación de metodología histórica. La teoría política e histórica ha tomado un curso direccionado desde sus escritos que, con adeptos y opositores, ha ido moldeando la disciplina histórica, en mayor medida en el mundo anglosajón. Sus ideas de intencionalidad y contextualidad textual han abierto el campo de estudio y propiciado un intenso debate entre historiadores, lo tomen con mayor o menor escepticismo. Es por ello pertinente enfocar esta discusión desde un punto de vista crítico y elaborar un estado de la cuestión acerca de la teoría skinnearina y su recepción más reciente.

 

Palabras clave: método, interpretación, Skinner, intencionalidad, contextual, críticos.

 

Abstract: Quentin Skinner has established a model for textual analyses that has been widely valued within the reactions posed in historical interpretation and textual methodologies. Political and historical theory has adopted a consistent direction based on Skinner´s contributions, that whether with followers or opponents, has framed the historical discipline, in a broader sense but specially in the Anglo-Saxon world. Skinner´s ideas concerning textual intentionality and context paved the way to the field of study and have propitiated an intense debate among historians, more or less skeptical. It is so timely to focus on this discussion from a critical perspective and to elaborate a current reflection on Skinner´s theory and its recent reception.

           
Keywords:
method, interpretation, Skinner, intentionality, context, critics. 

 

Parece evidente la enorme influencia de los escritos y pensamientos teóricos de Quentin Skinner en el marco del estudio de la política-histórica del período alto-moderno. Sus aportaciones al campo se conceptualizan como las bases fundacionales y fundamentales al pensamiento moderno político. Este presente ensayo de metodología está pensado para reflexionar sobre los problemas teóricos que Skinner pone en entredicho y cómo su aporte metodológico busca proveer nuevas direcciones funcionales y prácticas altamente apoyadas en dos conceptos: la intencionalidad y la interpretación. Tanto uno como otro tendrán gran peso en la teorización de Skinner y en su visión de cómo el historiador de las ideas debe enfrentarse al análisis de textos. Tras haber mapeado los puntos básicos de Skinner y a qué tipo de problematizaciones ambiciona trazar soluciones, esta reflexión presenta el estado de discusión por parte de varios críticos y seguidores de la teoría precedente a la skinneriana. Esto permitirá contemplar qué contribuciones y limitaciones se estiman oportunas y pertinentes en cuanto al método de interpretación y análisis de textos desde la visión de la teoría política e histórica.

                        El primer eje central referido por Skinner es la necesidad de contextualizar cualquier proceso de análisis histórico. En otras palabras, el vacío o la falta de consistencia observada por el pensador británico se dirige simple y llanamente a aquellos estudiosos que descontextualizan el documento de estudio en cuestión. Es más, no solamente el espacio contextual que rodea al texto sino además la propia existencia del mismo autor y su intencionalidad locutoria y discursiva que queda formulaba en la manera en la cual el autor otorga significación al contenido textual. La doble dimensionalidad entre texto y contexto sirve a Skinner para promover un enfoque metodológico que suscita intensas manipulaciones de las convenciones ideológicas. Esto es, no importa tanto qué se diga a la hora de analizar un texto, sino cómo se diga y qué implicaciones poseen esas declaraciones dentro la situación política-histórica del momento de circulación del documento. Así pues, Skinner observa la incompletud e ineficiencia de un proceso de análisis en dónde se desestima las convenciones ideológicas de esa precisa temporalidad. El objetivo de su metodología es concretamente la unión de un eje horizontal (que sería la historia política) y diferentes ejes verticales que suponen diversos componentes, los cuales deben tener interrelación para que el eje horizontal pueda ser analizado e investigado de una forma idónea. Sin esta intersección, el resultado sería la desconexión entre pensamiento político y la acción textual o implicaciones textuales del documento individualizado por ser objeto de estudio. El ejemplo maquiavélico ofrecido por Skinner concretiza y clarifica muy acertadamente la necesidad de conceder relevancia a cómo las vicisitudes de manipulación ideológica entran en juego dentro de su propio sistema de significancia temporal.

Es decir, y dicho de otro modo, para exitosamente acercarse a El príncipe desde el método histórico de Skinner se debe pormenorizar en la conceptualización de dicho término y su dependencia del discurso bélico y militar del siglo dieciséis. Una vez entablada dicha concordancia, el historiador es capaz de indagar en la intencionalidad de autoría y posteriormente llegar a conclusiones interpretativas y evaluativas en torno al uso de terminología y sus densas vinculaciones convencionales, de las cuales surge la manipulación textual y el consiguiente pragmatismo en función de los intereses del manipulador. Por lo tanto, cabe resumir que Skinner rechaza el logocentrismo más filológico como método de representación y aboga por la referencialidad e historicidad como herramienta del análisis histórico.

                        En adición de la intencionalidad y su contextualización más inmediata, Skinner congrega en su problemática un aspecto que no puede pasar desapercibido, que sin duda encasilla con acierto el papel del historiador; la interpretación. Este es un proceso por el cual la carga hermenéutica se hace presente, y por el cual el historiador está capacitado para llegar a poseer esa noción de entendimiento, que queda desligada entonces de la dimensión puramente semántica. Así pues, el problema que observa Skinner, esto es, cómo acercarse correctamente a la interpretación textual histórica, reformula aquellas teorías tradicionalistas que apoyaban la visión de que interpretar es tratar de recuperar las intenciones originales por parte del autor en la escritura de su texto. Sin embargo, sin ser arduo seguidor de críticos como Derrida que postulaban la deconstrucción lingüística y la incapacidad de entendimiento debido a la naturaleza incompleta del lenguaje, Skinner adopta una postura intermedia pero renovadora de cómo teorizar esta tarea hermenéutica interpretativa. El británico nunca niveliza intencionalidad e interpretación y sí confirma que la naturaleza de la intención reside en el aspecto performativo, es decir, que hay cabida para hablar de una recuperación de la intencionalidad, que aunque no absoluta, sí cercana a la experiencia del sujeto histórico encargado de la escritura del texto. Así es como la historiografía se teorizaría para Skinner, dónde la performatividad yace en el propio texto, y dónde el historiador a través de un esfuerzo analítico, histórico e interpretativo está autorizado para comenzar a construir historias del mismo.

                        Entonces, ¿cuáles son las cualidades y aptitudes del historiador para realizar dicha tarea de investigación? En el establecimiento de su pensamiento teórico, el profesor británico presta amplia atención al funcionamiento del bagaje crítico-cultural y del tipo de raciocinio del propio historiador. El proceso de interpretación, para categorizarse como exitoso, necesita desprenderse de cualquier tipo de ideología y juicio previo por parte del sujeto historiador, cuya máxima debe constituirse en una distancia de razón entre su propia subjetividad y el período/texto/documento/materia de estudio histórico. Dicho de otro modo, la interpretación textual es factible siempre y cuando el historiador sea totalmente consciente de que su ideología y condición contextual no traiga consigo preceptos o ideas que puedan obstaculizar negativamente el proceso hermenéutico por el cual se produce esa transmisión de conocimiento entre objeto de análisis y analizar del mismo. Por su parte, trabajar desde una visión objetiva empodera al historiador para sumergirse completamente en la situación temporal de su análisis, y nunca debería juzgar como falsos las creencias de su mundo atemporal por muy inverosímiles e inconvencibles que parezcan desde una lupa moderna y actual. Consecuentemente, lo que propone Skinner se resume acertadamente en el manejo de la dimensión tiempo y en la incapacidad de abordar el estudio del pasado a través de juicios que no le corresponden a ese período concreto en el que aplicamos el proceso analítico. Desde el punto de vista de esta teoría fundacional, la racionalidad no se conjetura como el objetivo del esfuerzo de análisis histórico, sino más bien interpretar la subjetividad, el raciocinio y la temporalidad del autor y lector de la historia. Abandonar los estándares ideológicos y personales e incorporar lo subjetivo en relación al momento y contexto contingente al objeto de estudio es la máxima preceptiva a ojos de Quentin Skinner.

                        Ante este rico panorama de contribuciones teóricas, críticos y estudiosos alzan sus voces en reacción a lo sugerido por Quentin Skinner. En primer lugar, cabe destacar las reflexiones de James Tully, que en la introducción de Meaning and Context nos presenta rasgos generales del aparato teórico y líneas generales del enfoque de Skinner. Hacia la segunda mitad de dicho contenido introductorio, Tully rinde homenaje crítico hacia las contribuciones del británico al campo de la teoría política moderna. Según Tully, lo trabajado y esbozado por Skinner es digno de ser referenciado y alabado por los críticos. Para este, existen tres ejes principales que conforman a Skinner como el mismo padre del pensamiento político moderno. El primero sería lo que él llama “history of the present”, o, en otras palabras, cómo Skinner inició una corriente de pensamiento y de estudio del pasado histórico de la cual los tiempos modernos supieron sacar provecho. Digamos que su metodología sirvió de apoyo e inspiración para los pensadores de la política actual. Además, Tully llama la atención a cómo el entramado de análisis textual de Skinner se beneficia de una “historical pragmatics”, es decir, un enfoque teórico que en su faceta más práctica considera las particularidades de un período histórico en concreto, y no así cayendo en un terreno movedizo e inestable enmarcado por la universalidad. Finalmente, la tercera tesis o contribución según Tully se dirige, y le sirve para justificar en general su acercamiento, a cómo el historiador británico siempre concibió el análisis de textos encuadrado en una relación de dos binomios, el pensamiento político y la acción política, cuando otros no adeptos a Skinner se olvidaban tajantemente de esta doble direccionalidad que se postula como imprescindible. Por todo lo referido, es evidente que la propuesta de Skinner contó con seguidores y críticos confiados en los beneficios de su proyecto metodológico. Tully es un claro ejemplo de la cabida y aceptación de todos esos ideales y puntualizaciones de método que se mencionaron en la primera parte de este presente ensayo. Obviamente, las tesis, así las llama él mismo, de Tully para encarar a Skinner se postulan siempre desde esa característica tan productiva de no independizar el proceso analístico textual de su aparato contextual y temporal, pues es en esta relación que se maximiza y aprovecha el entendimiento y la naturaleza como componentes principales surgidos de la interpretación.

                        Así pues, James Tully y su aporte parece haber sido una síntesis bien explicativa y en gran medida descriptiva del aporte de Skinner como pensador de la llamada historia de las ideas. Sin quitar, claro está, ningún mérito a dicho texto, es más, admirándolo como pieza condensada de todo una trayectoria profesional y académica como la de Skinner, Tully nos expone superficialmente en esta introducción una mirada en un modo superficial y positivo de esa visión al mundo político-histórico que no deja de ser necesario por su lado. Si bien más arriba se hizo explícito la presencia de críticos cuyas voces emergen del programa skinneriano, ahora es momento también de profundizar en otro tipo de figuras académicas, un tanto más escépticas de lo planteado por Skinner y que sin duda logran entablar un ambicioso y rico debate en torno a la verosimilitud que es consecuencia del proceso de interpretación y de la tarea hermenéutica que ya se citó en este ensayo con anterioridad. Por consiguiente, se puede discernir cierta repercusión que edifica ligeramente agudas puntualizaciones que atenúan, o visto de otra manera, que complementan, el argumento de Skinner sobre la capacitación del historiador de observar y crear historias bien delineadas que manifiestan la experiencia de los sujetos que uno se pone a investigar. Este es el caso de Brad Gregory y su “Can We `See Things Their War´? Should We Try?”. En los párrafos que siguen, ya parte final de esta presentación sobre el método histórico y sus ramas de discusión, se objetan una serie de aserciones a este respecto, cuyo objetivo final es sino el enriquecimiento de toda una práctica iniciada por un llamado Skinner.

                        Entremos entonces en esta sección final a comentar las particularizaciones que en cierto sentido llegan a definir el método inicial. El resultado son una serie de objeciones a las que Gregory se acerca muy sutilmente a través de un caso de estudio sobre las ideas religiosas protestantes en el siglo XVI en Brujas y su contrapartida católica. El reto que ansía se trata de llegar a entender cómo se concebía la religiosidad por medio de material de archivo que pertenecía a un feligrés de aquel entonces. Sin esta materialidad y sin evidencias concretas, a pesar de la consolidación más absoluta del contexto, es tarea inadmisible tratar de entender la experiencia y creencias del pasado. En este sentido, el historiador religioso posee las exactas y mismas limitaciones que cualquier otro historiador. Pero ¿es esto lo que argumenta Skinner? ¿Referencia Skinner la necesidad de evidencia material específica para enmarcar con éxito el estudio histórico? Sin responder a estas preguntas, lo que sí cabe destacar es la especifidad con la que Gregory se postula como historiador de las ideas religiosas del siglo XVI y que asume las limitaciones existentes en el proceso histórico, sea en el terreno que sea. Sin embargo, es concretamente aquí donde Gregory y Skinner se ponen de acuerdo, pues el primero defiende la carencia de un enfoque que solamente considera la mera religiosidad y abandona el contexto en sí, es decir, aquello no religioso, tal y como realizan las teorías modernas occidentales religiosas. A lo que parece indicar Gregory es al hecho de que para llegar a ese “como ellos vieron las cosas” el historiador debe ser preciso en la elección de material y contexto, siendo lo directo y reduccionista perjudicial para el objetivo ulterior de su estudio. Una vez superadas estas limitaciones de análisis, hay espacio para lograr definitivamente un buen entendimiento, no completo ni fiel a su temporalidad, pero concluyentemente eficaz desde un punto de vista de metodología. La contextualización, la evidencia material e indiferencia de nuestros juicios morales y prácticas personales se despliegan como sumamente imprescindibles para Gregory, que además agrega este aspecto no reduccionista a la discusión.

                        Ya, por último, el término interpretación entra a escena y da mucho juego si comparamos contingencias. ¿Admite Gregory el valor interpretativo dentro del análisis textual? ¿Se aceptan las directrices de Skinner sobre descifrar la racionalidad y el autor/lector del pasado? Ligeramente sí. Gregory añade un factor crucial en todo este debate; que siguiendo el juego gadamerista sobre la fusión de horizontes que únicamente permite entender el pasado a través de nuestras propias conclusiones es ni más ni menos rehusar acercarse al cómo ellos del siglo dieciséis se veían a sí mismos. Nuestra supuesta objetividad, aunque dudo mucho de la actuación objetiva en una interpretación, denegaría la subjetividad del momento y texto en estudio, exactamente lo que según Gregory abrazan las teorías posmodernas. Así, a pesar de mostrar gran escepticismo hacia el valor interpretativo, también Gregory corrobora finalmente que no es el hecho de que las interpretaciones sean partidistas lo que importa, sino que lo que culmina en absoluto debacle es exactamente que sean parciales y al mismo tiempo fundamentadas en vacíos insostenibles que posteriormente dan fe de una interpretación errónea o distorsionada. Por este motivo, Gregory parece acercarse con pies de plomo al concepto de interpretación en su sentido más amplio. De una u otra manera, lo que sí aprueba rotundamente es que un buen análisis textual recae en diferentes piezas que todas ellas logran recrear el puzle tan ansiado por el historiador religioso.

                        Sin lugar a duda, Gregory agrega una voz más al entramado rocambolesco pero sano y enriquecedor que formulan los debates sobre la metodología histórica. Fue la meta de este presente ensayo ofrecer una pequeña pero representativa muestra de los debates teóricos concernientes al método histórico de interpretación y metodología textual.

 

Bibliografía

 

Gregory, Brad S. “Can We ‘See Things Their Way’? Should We Try?”. En Seeing Things Their Way: Intellectual History and the Return of Religion, Alister Chapman, John Coffey, and Brad S. Gregory, eds.: 24-45.

Skinner, Quentin (2002). “Interpretation, Rationality, and Truth”. En Visions of Politics, Vol. I: Regarding Method: 27–56.

Skinner, Quentin. “Is it still possible to interpret texts?” En The International Journal of Psychoanalysis, 89.3 (2007): 647–654.

Tully, James (1989). “The pen is a mighty sword: Quentin Skinner’s analysis of politics”. En Meaning and Context: Quentin Skinner and His Critics: 7-25.

 

 

 

 

 

 

 

 

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