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El diario ABC y la excomunión de Romolo Murri en 1909.

 

 

Rubén Domínguez Méndez

 

Doctor en Historia / Instituto Universitario de Historia Simancas (España).

 

 

Resumen: Durante las primeras décadas del siglo XX la acción de Romolo Murri permitió la incorporación del movimiento católico italiano a la realidad del país y a la participación política. Después de la fractura provocada entre la Santa Sede y el gobierno italiano como consecuencia del proceso de unificación, las posturas modernistas de Murri le llevaron a la excomunión pero también a la consecución de los primeros diputados adscritos a sectores católicos. En este artículo se analiza la postura tomada por el diario ABC ante esta cuestión, teniendo en cuenta que apenas existieron personalidades partidarias del modernismo religioso en nuestro país.

 

Palabras clave: Romolo Murri, Modernismo Religioso, Italia, Santa Sede, Opinión pública.

 

Abstract: During the first decades of the twentieth century the action of Romolo Murri allowed the incorporation of Italian Catholic movement the country reality and political participation. After fracture caused between the Holy See and the Italian government, as a result of the unification process, Murri’s modernist positions caused his excommunication, but also, the achievement of the first deputies assigned to Catholic sectors. This article considers the position taken by ABC to this question, considering that there were just supporters of modernism religious personalities in our country.

 

Key words: Romolo Murri, Religious Modernism, Italy, Holy See, Public Opinion.

 

 

Una compleja situación socio-política

 

             A finales del siglo XIX la sociedad italiana atravesaba por un momento complejo. El panorama se volvía aún más incierto para los sectores católicos residentes en un país que la Santa Sede se negaba a reconocer como consecuencia de lo que consideraban una usurpación de sus territorios durante el proceso de unificación de Italia[1][1]. De tal modo, el país vivía en el terreno social los efectos de la industrialización y de la creación de la sociedad de masas, mientras que en el aspecto político existía una inestabilidad manifiesta, por la profunda influencia católica, al no existir relaciones entre el gobierno y el Vaticano. Las valoraciones aportadas desde ABC a esta cuestión siempre fueron cautas dadas las evidentes simpatías entre el periódico madrileño –fundado en 1903 por Torcuato Luca de Tena, bajo un signo conservador y monárquico– y los Saboya[1][2]. Incluso, en la publicación Blanco y Negro que precedió al periódico, se hacían reconocimientos hacia la dinastía que había sido capaz de reconducir a toda la Península en un único Estado al afirmarse, por ejemplo, con motivo de la inauguración de una estatua ecuestre en Turín dedicada a Amadeo de Saboya, cómo «la hermosa obra artística (…) satisface el doble deseo de enaltecer las cualidades militares vinculadas a la casa de Saboya, y consagra imperecedero recuerdo a una de las páginas más brillantes de la historia de la unidad de Italia»[1][3].

             Mientras tanto, los diferentes sectores católicos habían sido advertidos de la necesidad de permanecer al margen de cualquier tipo de participación en la vida política italiana. No había cabida para prestarse a “juegos políticos” dentro de un sistema que había desafiado el poder temporal del Papa. De igual modo, el Estado surgido del Risorgimento había llegado a la conclusión de que era mejor no mostrar un acercamiento que pudiese ser interpretado como símbolo de debilidad. Tal aspecto influyó de manera determinante en el nacimiento del Estado italiano bajo una posición marcadamente laica con el fin de no mantener ningún tipo de compromiso con la institución que de manera más decisiva había presidido el orden de valores sociales y morales en la península italiana[1][4].

             En ese contexto a los sectores católicos se les presentó la posibilidad de mantener una postura integral e intransigente, siguiendo las directrices marcadas desde la Santa Sede, o acercarse de manera paulatina a los nuevos principios del Estado liberal. Dentro de los primeros, además, existía una posición de enfrentamiento general contra los principios rectores del mundo moderno. El rechazo del individualismo burgués y de las ideologías socialistas hizo que esos grupos católicos defendieran la tradición y los valores del conservadurismo agrario.

             En líneas generales, se establecía una realidad social que dividía a la población en torno a tres grandes compartimentos de matriz ideológica. Por un lado, los sectores liberales que defendían los valores de la competitividad, el orden y la libre competencia. Por otro, los de base socialista partidarios de un sistema igualitario, con mecanismos de solidaridad y con una visión de la transformación social a través de la lucha de clases. Por último, y más relevante para este texto, los elementos católicos marcados por su sentido de la solidaridad, la caridad, los valores del orden y la jerarquía o el peso de la moral cristiana.

             Ante tanta complejidad la Iglesia no asumió de manera unívoca el rol social que debía asumir. Como punto clave en el esfuerzo por armonizar las diversas tendencias ideológicas existentes, en mayo de 1891 apareció el documento más emblemático de la Iglesia dedicado a resolver los problemas de la condición obrera. La encíclica Rerum novarum, anunciada por León XIII, contenía novedades de gran relieve sobre el plano doctrinario; especialmente importante era el punto en el que se rebatía la condena del socialismo y se proponía un nuevo ideal humano basado en la posibilidad de llegar a una plena concordia entre las distintas clases sociales. No obstante se continuaban rechazando algunos principios socialistas; por ejemplo, el referido a la igualdad entre los hombres por considerarla una pretensión utópica[1][5].

              Antes de que la encíclica viese la luz, la función social y la participación política de los sectores católicos ya había sido expuesta en Italia de la mano de Giuseppe Toniolo, fundador en 1889 de la Unión Católica para los Estudios Sociales en Italia. Según su ideario, los grupos católicos debían recuperar el sentido de solidaridad presente en el mundo anterior a la industrialización, configurándose una especie de tercera vía entre el capitalismo y el socialismo. Con este objetivo se difundió el 31 de diciembre de 1896 el primer número del periódico La Democrazia Cristiana en el que se clarificaban las nociones fundamentales perseguidas dentro de esa nueva concepción del sistema democrático en el que se buscaba la participación de los católicos dentro de asociaciones y sindicatos, recuperando el sentido corporativo de las sociedades preindustriales.

             Paralelo al nacimiento de esos movimientos sociales y democráticos surgió, en parte como consecuencia de éstos, una corriente de reforma religiosa bajo la denominación de modernismo. Sus principios básicos consistían en un intento de reinterpretar la doctrina católica en clave moderna pero, también, siguiendo el intento sobre el terreno político efectuado por la democracia cristiana, conjugar los dogmas con el progreso filosófico y científico, es decir, con la nueva civilización surgida tras las revoluciones industriales[1][6].

Vida y primeras actividades de Romolo Murri

 

             El 27 de agosto de 1870 nació Romolo Murri en la localidad de Monte San Pietrangeli, situada en la actual región de Marche en la zona centro-oriental de la península italiana. Fue el tercero de los seis hijos de una familia de agricultores con una posición económica desahogada, una circunstancia que permitió a Murri poder continuar con sus estudios secundarios y superiores hasta alcanzar el grado de doctor en filosofía en 1888. Poco después se trasladó a Roma, gracias a una beca de estudios facilitada por la diócesis de Fermo, con la intención de seguir cursos de teología en la Universidad Pontificia Gregoriana. Obtuvo esa nueva licenciatura en 1892 y en febrero del año siguiente fue ordenado sacerdote[1][7].

             El interés de Murri por el saber hizo que continuase asistiendo a lecciones universitarias en la capital del país. En la Universidad de La Sapienza se inscribió en la facultad de letras para asistir a las clases de filosofía de Antonio Labriola, ya en ese momento considerado uno de los intelectuales italianos con mayor conocimiento sobre la cuestión social y los planteamientos marxistas[1][8]. Estas perspectivas hicieron que germinase en Murri la necesidad de aplicar los principios cristianos a la cultura política del país, creyendo necesario resolver las condiciones desfavorables creadas por la sociedad contemporánea como resultado de una transformación industrial que conllevaba problemas en las relaciones laborales o en la degradación de las condiciones de vida en las ciudades.

             Las inquietudes sociales de Murri encontraron el apoyo de Filippo Crispolti, Giulio Salvadori y Giovanni Semeria para fundar en febrero de 1895 la revista Vita nova. Como se deduce del propio nombre de la cabecera, se trataba de una publicación que pretendía ofrecer un punto de vista moderno sobre la cultura en los ambientes universitarios, alejándose de las visiones más ancladas en la tradición. Del mismo modo, debía contribuir a alimentar un debate en el seno de la propia comunidad católica. Bajo el pseudónimo de P. Averri llevó a cabo numerosas reflexiones sobre la política italiana y la posibilidad de que el mundo católico contribuyese en la formación de una nueva sociedad en el país bajo los valores cristianos[1][9]. Esa necesidad de implicarse en el desarrollo diario de la vida del país movió a Murri a promover la creación de la Federación Universitaria Católica Italiana (FUCI). El organismo pretendía actuar con total autonomía aunque manteniendo su total fidelidad hacia la Santa Sede.

             Una nueva iniciativa escrita surgió en 1896 con el nacimiento de la revista Cultura sociale basada en estudios de carácter social, político y religioso. En este caso, con el seudónimo de Pram, Murri se ocupó de afrontar los problemas de la organización política de los sectores católicos en Italia como consecuencia del enfrentamiento abierto entre Estado y Santa Sede. También entraron en su análisis las consecuencias de la industrialización y de la cuestión social, considerando Murri un ejemplo para una eventual formación política católica los postulados defendidos por el Partido Socialista al observar el gran número de simpatizantes que había logrado alcanzar.

 

La organización política de los católicos

           

             Murri tomó como ejemplo de organización política al Partido Socialista. De tal modo creyó oportuno imitar su estructura y funcionamiento, tanto en términos organizativos como propagandísticos, para establecer una estructura diseminada por todo el territorio italiano y con una fuerte base. Así, llevó a cabo la constitución y coordinación de grupos católicos dispuestos a participar en la vida política en un movimiento que sería el germen de la denominada Democracia cristiana.

             Siempre bajo su visión de la importancia del resorte editorial para obtener popularidad y difusión de sus ideas, en 1900 fundó en Roma la Sociedad Italiana Católica de Cultura con el objetivo de ofrecer obras de debate en torno al tema de la participación católica en democracia. Además, en 1901 vio la luz un nuevo semanario, Il domani d’Italia, con una tirada de 14.000 ejemplares.

             Sin embargo, los planteamientos de Murri encontraron la oposición de los sectores más conservadores en los congresos católicos celebrados durante los años siguientes. Ese enfrentamiento le llevó a plantearse el abandono de su intento por organizar un movimiento político hasta que en la reunión de Bolonia de 1903 recogió un gran número de apoyos tras pronunciar su discurso “Aquello que queremos”.

             A partir de ese instante la principal oposición hacia los intentos de Murri procedieron del propio Pio X, elegido papa el 4 de agosto de 1903. Si en los últimos años del pontificado de León XIII había existido cierto espacio de tolerancia hacia los postulados de la democracia cristiana y a los del modernismo religioso, el nuevo papa cambió esa realidad. Ligado a una visión más conservadora de las tareas de la Iglesia y de sus bases laicas, Pío X llamó al orden a los sectores democrático-cristianos. En consecuencia prohibió cualquier tipo de acción política independiente de las jerarquías eclesiásticas.

             En 1907 el modernismo, que pretendía la renovación de las cuestiones relacionadas con la fe, fue condenado a la excomunión. Mientras que en el campo de los dogmas religiosos la reprobación pontificia consiguió paralizar la difusión de las voces discordantes que pedían una renovación acorde al mundo contemporáneo, en el plano político se mostró incapaz de frenar el movimiento de democracia cristiana. Esa imposibilidad era una consecuencia lógica ante la difusión que en esos instantes ya habían adquirido todos estos grupos en la vida política europea, máxime si tenemos en cuenta la rápida base social que se había adscrito a sus paradigmas.

             En esas fechas Murri ya se había decantado por la participación política e incluso, en su interés por solucionar los problemas de la cuestión social, había enviado una carta abierta a Filippo Turatti en octubre de 1905 insinuando la posibilidad de establecer un pacto entre el partido socialista y las fuerzas progresistas del mundo católico. En diciembre de ese mismo año creó la Liga Democrática. Era un desafío más en la visión de Pío X que decidió dar el paso definitivo hacia la ruptura con los sectores progresistas en septiembre de 1907 a través de la encíclica Pascendi. En 1906 ya se había anunciado en ABC, ante la publicación de un nuevo Syllabus, el futuro que correrían los escritos de Romolo Murri:

 

En la tipografía secreta del Vaticano se está imprimiendo el documento de referencia (…) y se dirigirá principalmente contra las doctrinas de los demócratas cristianos, de los hoy llamados intelectuales y de los modernos críticos teólogos que reclaman la libertad de la hermenéutica bíblica. Comprenderá, pues, en un grupo solo, posiciones bíblicas, teológicas, sociales, políticas, disciplinarias, jerárquicas, etc., y será una mezcolanza de condenaciones, de la cual no escaparán ni las obras del Padre Houtin, ni las de D. Rómulo Murri (…)[1][10].

 

             Los dos años siguientes la posibilidad de llegar a una reconciliación y a un acercamiento de posturas se mostró imposible. Tal y como se apuntaba desde el diario ABC, el clero italiano se encontraba profundamente dividido entre dos facciones: «Los prelados que odian el liberalismo en todos sus aspectos y que aprueban la política del Papa» y otro conjunto, denominado clero moderno, «capitaneado por monseñores Murri, Semanaria y Genachi»[1][11].

 

Las elecciones de 1909 y la excomunión

 

             La decisión de Murri de presentarse a las elecciones políticas de marzo de 1909 como candidato acabó por romper el frágil equilibrio de su posición en el seno de la Iglesia ante la opinión dominante en las altas jerarquías religiosas. Su suspensión como sacerdote se había producido el 19 de abril de 1907 como informaba el diario madrileño en un tono bastante neutral aunque con toques de cierta incredulidad:

 

El cura Murri, jefe de los demócratas cristianos, acaba de ser suspenso a divinis por su Santidad directamente. Semejante determinación ha producido gran impresión en todos los centros políticos, principalmente en los católicos, en donde el cura Murri cuenta con numerosos y ardientes partidarios[1][12].

 

             En España, su papel había servido, incluso, para que el líder liberal Segismundo Moret lo mostrase como ejemplo de tolerancia y en como recurso de defensa de las posiciones de la tendencia liberal respecto a la Iglesia, especialmente en lo referido a las órdenes religiosas, negando así cualquier atisbo de comportamiento anticlerical en su grupo[1][13]. Tras la conclusión de la campaña electoral –gracias al apoyo recibido por la Lega Democrática, pero también del Partido Radical y el Partido Socialista– los comicios propiciaron su designación como diputado al Parlamento. La importancia de la participación de los sectores católicos era transmitida aún en un tono bastante moderado por Franco Franchi para el periódico:

 

Se habla mucho de la candidatura de Don Rómulo Murri por el distrito de Montegiorgio (…) Don Murri fue suspendido a divinis y hasta se habló de excomulgarle. Trató Don Rómulo Murri de reconciliarse con la Iglesia, y acudió con este objeto a su obispo, pero no aceptó las condiciones que le imponían. Ahora ese joven sacerdote ha emprendido una campaña activa, y protesta contra el Papa y contra las doctrinas aceptadas por la Iglesia.

Los socialistas han declarado en el Avanti, que es el órgano oficial de su partido, que apoyarán la candidatura de Don Murri pero no se cree en su triunfo.

El candidato recorre los pueblos de su distrito sin abandonar la sotana, y evangeliza a su modo a sus electores (…) El Gobierno no ve con buenos ojos esa candidatura escandalosa y no permanecerá indiferente a la elección de un hombre a quien la ambición y el orgullo han hecho perder toda prudencia; pero Don Murri es muy popular en su país (…)

¿Habrá en la nueva Cámara italiana un Centro católico? Aunque los periódicos católicos lo niegan, es de presumir que ciertos elementos políticos que tienen afinidades acaben por agruparse y que formen un partido político ¿Será para bien; será para mal? Me parece prematuro formular una opinión[1][14].

 

             Sin embargo, la postura de las informaciones enviadas desde Roma cambió de manera radical como consecuencia de la excomunión de Murri. Un duro golpe para sus intereses políticos que también noqueaba a aquellos sectores de la comunidad católica que habían respaldado su elección.

 

La Sacrosanta y Suprema Inquisición Romana e Universal ha publicado el día 22 de Marzo un decreto pronunciando la excomunión mayor contra Romulo Murri, el joven sacerdote, leader de los demócratas cristianos, elegido diputado por el distrito de Montegiorgio.

Este decreto, que pone fuera de la ley al sacerdote Murri, significa, según las reglas establecidas por la Iglesia, que deben rehusarle el agua y el fuego, que nadie debe saludarle ni hablarle, y que quienes le faciliten alimentos merecen ser excomulgados.

El Sr. Murri está desde ahora fuera de la Iglesia, es un rebelde, no podrá usar los hábitos sacerdotales, y si los usara cometería un nuevo delito, castigado por las leyes canónicas.

Esta pena impuesta al Sr. Murri ha sido bien acogida en los Círculos clericales y con indiferencia en los Círculos liberales.

Se trata de un hombre inteligente, pero no de carácter.

¡No hace mucho tiempo hablaba mal, en un libro, del partido radical italiano, y ahora acaba de enviar su adhesión al Sr. Vicini, secretario de dicho grupo!

No es probable que le tomen en serio.

Se halla en cama en su pueblo natal de Monsanpietrangeli y no podrá ir a Montecitorio antes de fin de mes.

Le aguardan los anticlericales para hacerle una manifestación de simpatía, y luego quedará aislado entre esos mismos radicales, que no pueden rechazar su adhesión pero que no le concederán crédito político alguno[1][15].

 

             Con posterioridad, Franco Franchi, que ya hemos señalado como el encargado de transmitir las noticias y comunicaciones desde Roma ante la Santa Sede, se mantendría tajante en sus postulados hacia Murri. Esta situación quedó patente en agosto del año siguiente, cuando Romolo Murri iniciase un viaje por España que fue reseñado en los términos siguientes:

 

El presbítero excomulgado y actual diputado Rómulo Murri ha anunciado públicamente que marchará en breve a España, para estudiar de visu la crisis político-religiosa allí iniciada.

Conviene recordar que Murri visitó también Francia en los tiempos de la separación de la Iglesia y el Estado, y que escribió artículos e informaciones en los periódicos, siempre en un sentido de apasionada severidad contra el Vaticano.

El viaje de Murri a España carece de autoridad y de interés científico, y no tiene más objeto que satisfacer su curiosidad personal y hacerse un poco de reclamo[1][16].

 

             Únicamente con motivo de la aparición en 1911 de la traducción una de sus obras, La política clerical y la democracia, y debido a que la información se había elaborado directamente desde Madrid, apareció una nueva valoración de Murri en tonos más conciliadores[1][17]. Mientras tanto, durante los años siguientes se acrecentó aún más la separación entre Murri y las jerarquías religiosas. Sólo sería a partir de la Primera Guerra Mundial, tras la fundación por parte de Luigi Sturzo del Partido Popular (1919) y del levantamiento por Benedicto XV de la prohibición a participar en la política italiana impuesta con anterioridad a los sectores católicos, cuando su situación se fuera reconduciendo aunque de manera muy lenta [i][18]. De hecho, su excomunión no fue revocada hasta noviembre de 1943 de la mano de Pío XII, apenas cuatro meses antes de que Murri muriese en Roma.

 

A modo de conclusión

 

             Como hemos visto la publicación se mantuvo, en un primer momento, expectante hacia los acontecimientos italianos en un tono bastante neutral. Además, la posibilidad de que los sectores católicos pudieran tener una voz propia en el Parlamento liberal italiano fue vista con buenos ojos. Todo era válido si con ello, igualmente, se ofrecían cauces para solucionar el problema de la cuestión social. Especialmente porque se consideraba que su irresolución había facilitado la difusión de las ideas socialistas y el incremento de sus simpatizantes. Por esos motivos, las alusiones a Murri habían sido cordiales, considerándolo como un joven de gran valía; capaz de poner concordia entre el Estado italiano y la Santa Sede, entre los propietarios del capital y la clase trabajadora. Pero ese talante se disipó con el anuncio de la excomunión de Murri por parte de la Santa Sede. Desde ese mismo instante el corresponsal del periódico en Roma, Franco Franchi, fue severo en las informaciones enviadas para ser editadas y leídas por una opinión pública española poco familiarizada con las cuestiones modernistas[1][19].



 

 



[i][1] La óptica española de este enfrentamiento en la obra clásica Pabón, Jesús: España y la cuestión romana, Madrid, Moneda y Crédito, 1972.

[i][2] Sobre la difícil relación inicial mantenida en España entre los sectores católicos y los monárquicos de la Restauración en la figura de Alfonso XII, vid. Robles Muñoz, Cristóbal: Insurrección o legalidad. Los católicos y la Restauración, Madrid, CSIC, 1988.

[i][3] Blanco y Negro, 07/06/1902, p. 5.

[i][4] Para esa compleja situación Traniello, Francesco: Città dell’uomo. Cattolici, partito e Stato nella storia d’Italia, Bolonia, Il Mulino, 1998.

[i][5] Feliciano Montero García resume las ideas contenidas en la encíclica del modo siguiente: «(…) León XIII plantea el fin último y fundamental de lograr la armonía entre las clases (…) Aquí juega un papel fundamental la acción de la Iglesia convocando a las dos partes, patronos y obreros, al cumplimiento respectivo y recíproco de sus justos deberes (…) En la Rerum novarum se defiende una posición bastante pro-intervencionista, se propugna un cierto corporativismo, aunque en ningún caso obligatorio, pero también se deja la puerta abierta a la asociación obrera». Montero García, Feliciano: El primer catolicismo social y la Rerum novarum en España, 1889-1902, Madrid, CSIC, 1983, pp. 37 y 44.

[i][6] Una visión política sobre su papel en San Miguel Pérez, Enrique: El siglo de la democracia cristiana, Madrid, Dykinson, 2006.

[i][7] Los datos biográficos han sido consultados en Guasco, Maurilio, “Romolo Murri”, Dizionario Biografico degli Italiani, Vol. 77 (2012). Se puede consultar de manera on-line en el siguiente enlace: http://www.treccani.it/enciclopedia/romolo-murri_%28Dizionario-Biografico%29/. Se puede ver, de una forma amplia, bibliografía sobre Murri en las actas del Congreso Internacional celebrado en Urbino: Biagioli, Ilaria, Botti, Alfonso y Cerrato, Rocco (coords.): Romolo Murri e i murrismi in Italia e in Europa cent'anni dopo, Urbino, Quatro Venti, 2004. 

[i][8] Se ha documentado una notable correspondencia entre ambos. Uno de los primeros estudios sobre sus afinidades fue el de Dal Pane, Luigi: “Antonio Labriola e Romolo Murri”, en Scritti di sociologia e politica in onore di Luigi Sturzo, Vol. 1, Bolonia, Zanichelli, 1953, pp. 517-553.

[i][9] La página del Centro de Estudios Romolo Murri ha digitalizado buena parte de sus obras a través de su página: http://www.romolomurri.org/pagine/pubblicazioni.php.

[i][10] Franchi, Franco, “Un nuevo Syllabus”. ABC, 30/08/1906, pp. 3.

[i][11] ABC, 15/12/1906, pp. 8.

[i][12] ABC, 20/04/1907, pp. 3.

[i][13] «Aludió al abate Murri y a sus doctrinas sobre el modernismo católico. Se dolió de que los nobles esfuerzos realizados por el orador a favor de la tolerancia y de la cultura hayan sido negados y desconocidos (…) “Pero –dijo el Sr. Moret– ¿es que las gentes que nos combaten llevan su osadía y su mala fe hasta ocultar a la opinión que el partido liberal, que Gobiernos liberales de los que yo he formado parte, han autorizado el establecimiento en España de más Órdenes religiosas que los conservadores? ¿Llevan nuestros adversarios su enemiga y su odio hasta desconocer que nosotros cumplimos tan fielmente como ellos los preceptos de la Iglesia católica?». ABC, 06/03/1907, pp. 4.

[i][14] Franchi, Franco, “Las elecciones en Italia”. ABC, 03/03/1907, pp. 3 y 4.

[i][15] Franchi, Franco, “ABC en Roma”. ABC, 02/04/1909, pp. 3.

[i][16] Franchi, Franco, “La cuestión religiosa. Romulo Murri a España”. ABC, 23/08/1910, pp. 10.

[i][17] «Con este título se ha publicado el libro del famoso modernista italiano Romolo Murri, tan conocido por sus querellas con el Vaticano. En él expone a grandes rasgos sus puntos de vista sobre política general italiana, sus orientaciones religiosas e incluye algunos relatos interesantes para conocer la evolución religiosa actual». “Bibliografía”, ABC, 16/03/1911, pp. 13.

[i][18] Años después, el corresponsal en Roma, Rafael Sánchez Mazas, con motivo de ensalzar la consecución de los Pactos de Laterano entre el fascismo y la Santa Sede, se volvería a acordar del intento de Murri en la conciliación de posturas: «(…) En cuanto al modernismo, Pío XI no puede en modo alguno transigir como quisieran un Bonainti o un Romolo Murri». ABC, 12/02/1930, pp. 6.

[i][19] Sobre estos aspectos vid. la reciente obra  Botti, Alfonso: España y la crisis modernista: Cultura, sociedad civil y religiosa entre los siglos XIX y XX, Ciudad Real, Universidad de Castilla-La Mancha, 2012.

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