Integración y valores. Discurso ante la 44 Asamblea de la OEA.

 

Horacio Cartes.

 

Presidente de Paraguay.

 

 

 

“En un momento crucial para nuestro Continente, por la necesidad de fortalecer la unión, y el entendimiento fructífero entre nuestras naciones, mucho me complace, darles la más calurosa bienvenida, a la Cuadragésima Cuarta Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA).

Les agradezco, el honor conferido a la histórica ciudad de Asunción, Madre de Ciudades y Capital del Paraguay, por elegirla, como sede de esta Magna Asamblea.
Esa elección, es doblemente significativa, para la República del Paraguay, y para el Gobierno que me honro en presidir.

 

Primero, porque luego de veinticuatro años, cuando el pueblo paraguayo, inauguraba su histórico proceso de transición a la democracia, mi país vuelve a ser el lugar, de tan importante Foro para nuestras Américas, acaso la región que tendrá el mayor protagonismo mundial, en el Siglo XXI. Y segundo, porque precisamente para ese fin, el lema que nos reúne es, El Desarrollo con Inclusión Social.

O sea, el de enfrentar el trascendente desafío, del desarrollo de todos los países americanos, superando las asimetrías, para que desde ese universal nivel de nuestras Repúblicas, logremos también hacer horizontal, la calidad de vida de todos nuestros habitantes, sin excepciones.

Parece un sueño, no como utopía, sino como el ideal posible, el que representa las más hondas y legítimas aspiraciones de nuestros pueblos, que tienen derecho a una vida más digna, al bienestar general y al Bien Común.

El progreso integral, viene de la mano de las innovaciones, de la modernidad que la vanguardia exige, y de la competitividad, en todos los órdenes de la actividad y la inteligencia humanas.

Si algunos de los países del Continente, han logrado ese estándar, entendamos que para todos, es posible acceder al desarrollo de nuestro tiempo.

 

Es imprescindible la integración efectiva, real y dinámica de nuestros países. La idea de desarrollo que nos convoca aquí, se concretará, si nuestros Estados son capaces de dar preeminencia práctica, y con resultados evidentes y rápidos, a la integración física, económica, social y cultural de nuestros pueblos.

El ideal de integración sincera, debe alentar la cooperación, transformando los logros de países más desarrollados en la transferencia de ciencia y tecnología, para que los países con menor desarrollo, reciban el apoyo que necesitan.

En la época de la Globalización, las naciones con menor desarrollo económico, deben tener la capacidad de ofrecer las condiciones, que atraigan una masiva afluencia del capital, para la educación, salud, obras de infraestructuras, viviendas e industria.

Permítanme decirles: humanicemos el capital, para forjar un rostro dignamente humano, en toda la extensión de nuestra América. Lo razonable, es que la solidaridad comience por la geografía en la que se afinca, el desenvolvimiento de nuestros pueblos, de nuestra historia y de nuestra cultura.

La Organización de Estados Americanos, surgió bajo ese emblema. Y nuestro deber es convertirla, en organismo dinamizador de la prosperidad, y la felicidad de todas nuestras naciones. Con entereza, honestidad de propósito, y fraterna generosidad.

Excelencias:
 
Que el desarrollo por el cual trabajamos, sea sostenible,  y conciliado con nuestro ecosistema. El progreso jamás tendrá base sólida, si hay contaminación de nuestros recursos naturales. La hoja de ruta a seguir es promover el desarrollo a escala humana, que nos interpela como Gobiernos y Estados en relación al desarrollo interno.

Y hace poco el Papa Francisco repitió una frase célebre del entonces Papa y hoy Santo, Juan XXIII, quien dijo: “El desarrollo es el nuevo nombre de la paz”. De la paz de las personas, en cuanto disponen de todas las posibilidades, para realizarse como seres humanos. De la paz de los pueblos, en cuanto viven, y les alcanza a todos, el desarrollo transversal. Y de la paz entre las Naciones, siempre y cuando se haga mutuo y universal, el principio del respeto a la soberanía de los Estados. En síntesis, no hay Bien, sin Paz.

Movidos por el ideal que nos trajo a la política, y nos llevó a plantear, como el eje principal de nuestro programa de gobierno, la reducción sustancial de la pobreza y, de ser posible, su propia erradicación, propusimos el lema de esta Asamblea: El Desarrollo con Inclusión Social.

La aceptación consensuada de la propuesta, seguramente servirá, por una parte, para que aprovechemos aquellas políticas, o programas, que implementaron algunos países que, en poco tiempo, han logrado sacar de la pobreza extrema, y de la pobreza misma, a una cantidad significativa de su población.

Las buenas medidas están para ser emuladas. Y, por otra parte, el tema que nos convoca, ha de contribuir para aportar aquellas líneas de acción, que por su pertinencia y viabilidad, nos permitan avanzar efectivamente, a todos los países, hacia un desarrollo en democracia, y con inclusión social.

Me permito hacer mención a una anécdota: Hace unos meses, en un lugar de la campiña paraguaya, durante la entrega de viviendas populares a una comunidad indígena, en sus palabras de agradecimiento, el cacique de la aldea me dijo: “No crea, Señor Presidente, que nuestro principal problema es la pobreza. En realidad, nuestro drama es la exclusión. Y hoy nos sentimos incluidos y dignos, con nuestra casa propia”.

Excelencias:

Paraguay es un país de oportunidades para la inversión. Sus enormes potencialidades, sus tierras fértiles, su clima privilegiado, su gran reserva de agua dulce, su abundante energía limpia, su población homogénea y mayoritariamente joven, y su estratégica posición geográfica, junto a la garantía de la seguridad jurídica, de una política fiscal y tributaria seria y atractiva, en un marco de equidad y reglas de largo plazo claras y transparentes, son nuestra carta de presentación al mundo.

 

Apuntamos a la industrialización del país, a la diversificación productiva, y al mejoramiento de la productividad. E igualmente, a la construcción exponencial de las obras públicas y de la infraestructura en general, más la inversión en servicios, en construcción edilicia y vivienda, y la dinamización del comercio.

La condición de país sin litoral marítimo, ha sido por siglos un importante impedimento para el Paraguay. Estamos decididos hoy, a revertir esa dificultad, convirtiendo a nuestro territorio, en el escenario más propicio para la integración y la comunicación productiva, entre los dos grandes océanos, Atlántico y Pacífico. Ningún otro camino será más corto, que a través del territorio paraguayo, para conectar a los grandes puertos, de ambos océanos en América del Sur.

 

Nuestro objetivo social, se basa en el desarrollo, con salario digno para la población económicamente activa, cobertura total del empleo y la profesionalización y tecnificación, de la fuerza productiva.

En consecuencia, debemos invertir más en educación. Soy plenamente consciente, que la educación es la clave para el desarrollo y la prosperidad de las naciones.

Por otra parte, el Paraguay está impulsando el progreso y la modernización, con la Ley de Responsabilidad Fiscal, y con Ley para la Alianza Público-Privada, modelo experimentado exitosamente, en varios países de la región.

Excelencias:
 
La democracia, exige de gobernantes y gobernados, no solo la consolidación del Estado de Derecho, con la plena vigencia de las libertades. Requiere, hoy más que nunca, su
conversión en un proceso eficaz y ecuánime, para resolver los problemas de la gente, su legítima aspiración de justicia, igualdad y bienestar. La persona humana, es el fundamento y el fin de la convivencia política.

Las expectativas ciudadanas, para mejorar sus condiciones de vida, no pueden ser defraudadas. Nada, después de cada mandato, debería quedar igual o peor. Para ello, nuestro Gobierno se ha impuesto, como una impronta, el patriotismo, la honestidad, la idoneidad y la transparencia en el servicio al pueblo, para hacerlo partícipe del desarrollo, para engrandecer a la nación entera, a la familia paraguaya, célula fundamental de nuestra sociedad, cuya integridad debemos respetar, precautelar y fortalecer.

Con la sumatoria similar, en el accionar de todos los Estados americanos, fortaleceremos a nuestros países. Y estaremos con renovada capacidad, para fortalecer también a la Veo con satisfacción, que la consensuada Declaración de Asunción, asume el reto de superar, los flagelos que aquejan al Continente. Esta Asamblea General, cumplirá su cometido, si se convierte en un punto de inflexión, con voluntad política y acciones programáticas, para cambiar históricamente la faz de América.
 
Que resplandezca en ella, la imagen tangible de la prosperidad, y la seguridad de todos nuestros pueblos. Confío, que los Gobiernos y Estados aquí dignamente representados, materializarán los perentorios y vastos compromisos que asumimos.

Por nuestra parte, afirmaremos a nuestro Paraguay, como un país de garantías y oportunidades, que conquista el desarrollo con inclusión social, lo cual significa servir verdaderamente a la gente y al Bien Común.

Les doy la bienvenida, y les deseo una feliz estadía en el Paraguay.
 Que Dios nos bendiga a todos!

Muchas gracias”.



 

Fuente:  Dirección General de Información Presidencial de Paraguay

 

 

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