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El voluntariado en España: situación actual, tendencias y retos.

 

Elvira Medina Ruiz.

Doctora y Profesora de la Universidad de Murcia (España).

 

 

RESUMEN: El voluntariado es la expresión práctica de la solidaridad y la participación social ciudadana. En los últimos años se ha producido un importante incremento de la actividad voluntaria adquiriendo un importante peso en el sector de la acción social. De la mano de este incremento se ha producido una diversificación de los perfiles de las personas voluntarias derivados de los cambios demográficos, económicos y sociales de la propia sociedad.

La importancia económica y social del voluntariado contrasta, sin embargo, con la escasez de conocimiento científico sobre el fenómeno. En los próximos años, las entidades deberán afrontar importantes retos como la mejora de la gestión.

En este trabajo abordamos una revisión sobre las principales cifras, normativas, perfiles y futuro del voluntariado en España.

Palabras clave: voluntariado, perfil, tercer sector, acción social.

 

SUMMARY: Voluntarism is the practical expression of solidarity and citizen participation. Volunteer activity has experienced a relevant raise during last years, getting a crucial role within the social action.

As voluntarism increased so did the heterogeneity of volunteers’ profiles owing to demographic, economic and social changes. Nevertheless, the economic and social importance of voluntarism contrasts with the lack of scientific knowledge. In the next year, the non-profit organisations should address key challenges for voluntarism as better management,...

On this paper we do a review on main facts and figures, regulation and future of voluntarism in Spain.

Key words: volunteering, volunteers profile non profit organization, social action.

Introducción.

El espíritu solidario, la ayuda y la colaboración entre personas ha sido algo consustancial a la propia historia del ser humano. El voluntariado como acción altruista tampoco es algo nuevo ni exclusivo de nuestra civilización, sino que podemos apreciar muestras de ella en distintos países y culturas. Ha estado presente, aunque bajo diversas formas, a lo largo de la historia (García, 1990; Alemán y García, 1999; Dávila, 2003).

El voluntariado no es tampoco un fenómeno nuevo en España. Si decidiéramos hacer un recorrido a lo largo de la historia, podríamos encontrarnos con experiencias solidarias y de ayuda mutua desde antes de la Edad Media. (Fundación Luis Vives, 2009). Lo que podemos considerar más novedoso es la aplicación del término voluntariado a una acción mucho más coordinada y organizada, ligada principalmente a las entidades sin ánimo de lucro, la cual tiene su origen en España en los años ochenta (López, 1988; López-Cabanas y Chacón, 1999).

La Constitución de 1978 creó un marco jurídico favorable para legislar las acciones solidarias que se venían realizando desde décadas (Mora, 1996; Alemán y García, 1999; Medina, 2006).

Transcurridos varios años desde la implantación del Estado de Bienestar en España, la idea de la autosuficiencia del sistema público en las políticas sociales se desmorona. Y es entonces cuando se multiplican las actividades voluntarias. Algunas de las competencias del voluntariado quedan reflejadas en las leyes que regulan los servicios sociales, pero tendríamos que esperar hasta los años noventa para dotar al voluntariado de un marco legislativo propio (Sánchez, et al., 2011).

La promulgación el 15 de enero de 1996 de la Ley 6/96 del Voluntariado significó el reconocimiento legal de la actividad voluntaria. Posteriormente, las comunidades autónomas fueron aprobando sus propias leyes que regulaban el voluntariado. Hoy en día, 16 de las 17 comunidades autónomas tienen una ley de voluntariado. Entre ellas se encuentran:

-          Ley 9/1992, de 7 de octubre, del Voluntariado Social de la Comunidad Autónoma de Aragón.

-          Ley 3/1994, de 19 de mayo, del Voluntariado Social en la Comunidad de Madrid.

-          Ley 4/1995, de 16 de marzo, del Voluntariado en Castilla-La Mancha.

-          Ley 1/1998, de 5 de febrero, reguladora del Voluntariado Social en Extremadura.

-          Ley Foral 2/1998, de 27 de marzo, del Voluntariado en la Comunidad de Navarra.

-          Ley 7/1998, de 6 de mayo, del Voluntariado en la Rioja.

-          Ley 4/1998, de 15 de mayo, del Voluntariado en Canarias.

-          Ley 3/1998, de 18 de mayo, del Voluntariado en las Islas Baleares.

-          Ley 17/1998, de 25 de junio, del Voluntariado en el País Vasco.

-          Ley 3/2000, de 22 de diciembre, del Voluntariado de Galicia.

-          Ley 4/2001, de 19 de junio, del Voluntariado en la Comunidad Valenciana.

-          Ley 7/2001, de 12 de julio, del Voluntariado en la Comunidad Autónoma de Andalucía.

-          Ley del Principado de Asturias 10/2001, de 12 de noviembre, del Voluntariado.

-          Ley 5/2004, de 22 de octubre, del Voluntariado en la Región de Murcia.

-          Ley 8/2006, de 10 de octubre, del Voluntariado en Castilla y León.

 

La Ley 6/96 supuso no sólo el reconocimiento a la labor social que realizan los voluntarios, sino también el establecimiento de sus derechos y obligaciones, ayudando igualmente a garantizar que los servicios prestados por las personas voluntarias fueran de calidad.

Esta Ley tenía por objeto «promover y facilitar la participación solidaria de los ciudadanos en actuaciones de voluntariado en el seno de organizaciones sin ánimo de lucro públicas o privadas.» (Ley 6/96 del Voluntariado; Título I, Art. 1)

Tras la aprobación de la ley estatal del voluntariado se produjo un rápido e impresionante crecimiento del fenómeno, extendiéndose a otros campos como el deportivo, el cultural y el ecológico. Es entonces cuando comienza a hablarse del voluntariado como una moda (Mora, 1996; Rodríguez y Montserrat, 1996; Vecina, 2001).

Hoy en día, parece que hay consenso al pensar que el Estado del Bienestar no está funcionando tal y como se esperaba en nuestro país (Rodríguez-Cabrero, 1998). Desde diferentes instancias políticas e ideológicas se planteaba este Estado de Bienestar para la resolución de las necesidades de los ciudadanos. Esta situación ha llevado a que sea considerado de interés el crecimiento, desarrollo y fortalecimiento de una sociedad civil, una sociedad que sea consciente de esta circunstancia y asuma con determinación la existencia de necesidades reales.

El fenómeno del voluntariado en España también ha cambiado considerablemente en los últimos años. El voluntariado, a menudo ligado a movimientos y asociaciones, trata de llamar la atención a los diferentes ciudadanos sobre las consecuencias de nuestro sistema social. De hecho, se calcula que desde el inicio de la crisis económica el voluntariado ha crecido en España en torno a un 20% (PVE, 2013). Es posible que estemos, de nuevo, ante un momento de expansión del voluntariado, alentado a veces desde los medios de comunicación. Pero las entidades de voluntariado ya no son las mismas e incluso los perfiles de los voluntarios han cambiado.

Por todo ello, el sector venía demandando una nueva regulación que se adaptara a los nuevos tiempos. Esto ha quedado plasmado en la recién aprobada Ley 45/2015 de 14 de Octubre, de Voluntariado.

 

1. Panorama actual del voluntariado en España

Resulta complejo el estudio del voluntariado en España, sobre todo si nos referimos al voluntariado de acción social, ante la escasez de fuentes que aporten información, tanto actualizada como histórica (Flores y Gómez, 2011). La Plataforma del Voluntariado de España (en adelante PVE) reconocía en uno de sus últimos informes la falta de conocimiento importante sobre voluntariado, así como la heterogeneidad de ámbitos, perfiles, personas y su propia evolución (PVE, 2013).

Resulta difícil hacer un análisis profundo de la realidad del voluntariado. Son pocos los estudios que han intentado identificar el perfil (Dávila, 2003), al igual que los estudios que han calculado el impacto del voluntariado en la sociedad. Esto remarca la necesidad de crear un sistema de recogida de información sistematizado y oficial que aporte luz a una realidad en continuo proceso de cambio y desarrollo (Flores y Gómez, 2010).

En España, el Diagnóstico de la situación actual del voluntariado en España (Folia, 2010, p. 62), ya puso de manifiesto «la no existencia de datos ni estadísticas actualizadas sobre voluntariado en España» así como la «no existencia de un registro fiable de entidades de voluntariado». Pese a esto, la situación no ha avanzado demasiado en los últimos años, aunque sí se ha progresado en algunas investigaciones, artículos científicos y tesis doctorales que sin embargo no suelen provenir de fuentes primarias y suelen ser acotados a un territorio, difícilmente comparables entre ellos.

Hace poco más de diez años que se dispone de datos fiables que ayuden a comprender la realidad del voluntariado (PVE, 2013). En el año 2004, el Proyecto Comparativo del Sector sin Fines de Lucro realizado por el Centro Johns Hopkins en 37 países dimensionó que aproximadamente 140 millones de personas en estos países participaban en alguna actividad voluntaria cada año, lo que suponía alrededor del 12 por ciento de la población adulta de estos países (Folia, 2010; PVE, 2013). Hubo que esperar hasta el año 2006 para disponer de alguna referencia sobre España. La publicación del Eurobarómetro Especial 2006 puso de manifiesto que la media de ‘participación activa’ de España (18%) era considerablemente más baja que la de la Unión Europea (34%), colocando a España entre los países con un nivel más bajo de participación.

Posteriormente, en 2008 el Observatorio del Voluntariado de la PVE realizó un estudio interno de su tejido asociativo que estimó la existencia de unas 800.000 personas voluntarias en acción social en España (PVE, 2008). Con datos también de 2008, el Anuario del Tercer Sector de Acción Social en España de la Fundación Luis Vives determinó que en el Tercer Sector de Acción Social (en adelante TSAS) colaboraban en torno a 873.171 personas voluntarias (Edis, 2010). Dos años más tarde, en 2012, el II Anuario del Tercer Sector de Acción Social en España, con datos de 2010, publicaba que el TSAS contaba con la colaboración de casi 1,1 millones de personas voluntarias (200.000 personas más que en 2008) (Edis, 2012).

Paralelamente, en 2010 un estudio de la Comisión Europea contabilizó 93 millones de europeos comprometidos con actividades de voluntariado, no siendo posible ofrecer datos actualizados de España (GHK, 2010).

Un año después, a raíz de la declaración en 2011 del Año Europeo del Voluntariado, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) introdujo en el mes de marzo una serie de preguntas relacionadas con la actividad voluntaria. Los datos publicados por el CIS constataban que el 16,7% de la población de más de 18 años había realizado labores de voluntariado en el último año y que el 30,8% de la población española lo había realizado alguna vez en su vida (CIS, 2011).

Tras la aprobación de la Ley de Voluntariado (Ley 6/1996, de 15 de enero) han estado vigentes en España cuatro Planes Estatales del Voluntariado consecutivos, durante los periodos 1997-2000, 2001-2004 y 2005-2009 y el último publicado, 2010-2014. La última Estrategia Estatal de Voluntariado incorpora algunos de los importantes avances recogidos en el Diagnóstico de situación del voluntariado de acción social en España presentado por el Observatorio del Voluntariado de la Plataforma del Voluntariado de España en 2010 (Folia, 2010). Este documento resulta fundamental para conocer la realidad del movimiento voluntario en España, su alcance y características (Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad, 2011).

En el año 2010 se estimaba que la población española que desarrollaba acciones voluntarias era de 4.170.043 personas, de las cuales 873.171 personas estarían dedicadas al ámbito de la acción social (Folia, 2010). Sin embargo, la Plataforma del Voluntariado estima que la cifra hoy, supera los cinco millones [1].

Otro de los problemas con los que se encuentra cualquier persona que quiera conocer el alcance del impacto del voluntariado es la falta de transparencia en cuanto a la financiación y la ausencia de estudios de carácter estatal sobre el valor económico que conlleva (Folia, 2010).

Existen algunos estudios como los de Serra y Sajardo (2007) que demuestran que por cada euro que las organizaciones invierten en apoyo a las personas que se insertan en programas para realizar voluntariado, éstas devuelven a la sociedad un servicio por un valor equivalente a 7 euros.

Otros ejemplos los encontramos en el Libro Blanco del Tercer Sector de Bizkaia (Canto y López-Aróstegui, 2010), en el que se estima que el conjunto de la actividad voluntaria podría movilizar cerca de 500 millones de euros al año en esa provincia, lo que supone un 1,58% de su PIB. El Anuario del Tercer Sector en Cataluña señala que su dimensión económica en esta comunidad era casi el 1% de su PIB en 2003, pasando al 2,8% en 2007 (Observatori del Tercer Sector y Taula d’entitats del Tercer Sector de Catalunya, 2009). Y, por último, el estudio realizado por el Consejo Económico Social de Aragón en 2003 afirma que el Sector no lucrativo de la región fue el responsable directo de aproximadamente un 2,4% del PIB aragonés (Oliván y Ruiz, 2003).

Tengamos en cuenta, según el Anuario del Tercer Sector (Edis, 2012), que en 2010 el volumen de gastos de las entidades del TSAS representaba el 1,62% del total del PIB de España, algo más del 1,42% que representaba en 2008. Esta cifra alcanzaba el 1,88% en 2010 si se añaden los gastos de las entidades singulares.

El voluntariado tiene la gran capacidad de adaptarse a las características del contexto social, político y económico (Castellano, Cedena, Franco y Guilló, 2011). Además, el voluntariado es una forma de participación social con sus propias características que varían según el espacio en el que se circunscriban (PVE, 2013). Según Folia (2010, p. 81) «un elemento clave para entender la participación social a través del voluntariado es el vínculo que se produce entre las actitudes solidarias y finalmente el compromiso solidario». La participación necesita de un contexto favorable para que se desarrolle. Las asociaciones y entidades del Tercer Sector son ese caldo de cultivo para que se desarrollen, pero el porcentaje de personas que se asocia en España sigue siendo muy bajo. Mientras que la media de ‘participación activa’ en la Unión Europea es de un 34%, en España ronda el 18%, colocándose entre los países con un nivel más bajo de participación (Special Eurobarometer 273, 2006).

Para Arnanz (2011), el voluntariado es y ha sido uno de los generadores de democracia y de convivencia cívica más valiosos que ha tenido y está teniendo España en los últimos 30 años. Para este autor, el voluntariado tiene un fondo político y calado social inmedible, cuya relevancia y aportación todavía no se ha descubierto ni valorado del todo.

Para muchos actores clave, el voluntariado debería caracterizarse por un espíritu crítico y transformador (Fundación Castellano Manchega, 2009; Observatori del Tercer Sector de Catalunya, 2009, Observatorio de Voluntariado de la PVE 2010), orientado a eliminar las causas de la inequidad, y no solo trabajar sobre sus consecuencias. Pero lo cierto es que no puede afirmarse con rotundidad que la mayoría del voluntariado en España se caracterice por estos rasgos.

 

2. El perfil del voluntariado

En el epígrafe anterior se ha puesto de manifiesto la ausencia de datos actualizados sobre quiénes son las personas voluntarias en España. El estudio sobre El Voluntariado en la Unión Europea pone de manifiesto que en general se da una falta de sistematización y un enfoque poco estructurado hacia el voluntariado desde las instituciones (Folia, 2010; GHK, 2010). Este mismo estudio establecía que había entre 92 y 93 millones de europeos haciendo voluntariado, lo que significa que del 22% al 23% de los europeos mayores de 15 años están implicados en el trabajo voluntario (GHK, 2010).

Otros documentos relevantes cifran el número de voluntarios en 100 millones de personas, situando la proporción de voluntarios en tres de cada diez europeos (Szabo, 2011). Sin embargo, los datos deben interpretarse con cautela dadas las grandes diferencias entre los estados miembro (Szabo, 2011).

La Ley 6/96 define el voluntariado como:

«El conjunto de actividades de interés general, desarrolladas por personas físicas, siempre que las mismas no se realicen en virtud de una relación laboral, funcionarial, mercantil o cualquier otra retribuida». (Título I; Art. 3).

Esta definición alude a las actividades de interés general que se llevan a cabo en ciertas condiciones y que abarcan numerosos ámbitos de acción aunque el más significativo haya sido hasta el momento el de acción social (PVE, 2013).

Así, para la PVE, las tareas voluntarias de la acción social se realizan siempre en el marco de un proyecto o programa concreto que promueve una entidad privada o pública y que tienen como finalidad el servicio a la comunidad, en cualquier ámbito posible (PVE, 2010).

En cuanto a los ámbitos de actuación, el sector venía demandando una nueva clasificación más acorde a la realidad. Por eso, la nueva Ley de Voluntariado en su artículo 6, recogía los nuevos ámbitos de actuación del voluntariado, siendo éstos: social, internacional de cooperación para el desarrollo, ambiental, cultural, deportivo, educativo, socio-sanitario, ocio y tiempo libre, comunitario y de protección civil.

Esta nueva clasificación responde mejor a la diversificación de los perfiles y la actividad voluntaria de los últimos veinte años.

También se menciona en su apartado 2 la necesaria consideración al voluntariado realizado en acciones concretas y específicas, así como el cibervoluntariado.

A su vez, el voluntariado de acción social como lo conocíamos hasta ahora no puede ser ajeno a la manifestación voluntaria de multitud de personas que se adscriben a un acontecimiento determinado o a una opción concreta. Un ejemplo de este tipo de voluntariado, especialmente mediático en los últimos años, son las grandes recogidas de alimentos, llegando a movilizar a cien mil voluntarios en un solo día.

El cada vez más popular cibervoluntariado queda recogido en el apartado 2, en el que se apuesta por las nuevas tecnologías de la información y comunicación que no requieren la presencia física del voluntario. Sin duda, esto es algo novedoso que, al igual que el voluntariado esporádico, obliga a reflexionar sobre la concepción que se tenía sobre el voluntariado, por ejemplo de acción social.

Como se ha advertido al principio del epígrafe, poco sabemos sobre las personas que realizan voluntariado en los diferentes ámbitos. En realidad, la mayoría de los estudios sobre voluntariado se han centrado, sobre todo, en el ámbito de la acción social (Vecina, 2001; Dávila, 2003; Edis, 2010; Folia, 2010; Edis, 2012; PVE, 2013) por ser quizá el más numeroso y el tipo de voluntariado que promueven actualmente las entidades miembro de la Plataforma del Voluntariado (Folia, 2010).

Si tuviéramos que definir el voluntariado de acción social, acudiríamos a lo aportado y consensuado por la PVE:

 

Tabla 1. Definición de persona voluntaria

PERSONA VOLUNTARIA

CARACTERÍSTICAS

Persona que sensibilizada por la situación social de los colectivos desfavorecidos, excluidos, o marginados, decide, de manera altruista o solidaria participar, junto con otras,  en diferentes proyectos dentro de una organización de voluntariado, dedicando parte de su tiempo en beneficio de una acción enmarcada en proyectos concretos.

Se elige ser voluntario o voluntaria libremente, sin atenerse a ninguna obligación.

El voluntariado es un tipo de participación social y las tareas se realizan:

-          De forma altruista hace intereses sociales colectivos.

-          Solidariamente.

-          Responsablemente.

-          De forma continua.

-          Respetuosamente con los derechos humanos.

-          De forma gratuita, cumpliendo con los requisitos de la Ley.

Las tareas se realizan en el marco de un proyecto o programa concreto que promueve una entidad pública o privada.

El voluntariado tiene como finalidad el servicio a la comunidad, en cualquier ámbito posible.

Fuente: PVE, 2010; FOLIA, 2010.

 

La ‘acción social’ se entiende, en el contexto de las políticas sociales, como un equivalente de ‘intervención social’, que sería un conjunto de acciones intencionadas para mejorar el contexto de un colectivo o de la población de un territorio dado (Folia, 2006). Para muchos actores clave el voluntariado de acción social debería caracterizarse además por un espíritu crítico y transformador, orientado a eliminar las causas de la inequidad, y no solo trabajar sobre sus consecuencias (Fundación Castellano Manchega 2009, Observatori del Tercer Sector de Catalunya 2009, Observatorio de Voluntariado de la PVE 2010). Pero lo cierto es que no puede afirmarse con rotundidad que la mayoría del voluntariado en España se caracterice por estos rasgos (Folia, 2010).

La mejora del conocimiento del voluntariado ha sido identificada como uno de los principales retos que debía afrontar el voluntariado en los próximos años. Así dan cuenta tanto El Diagnóstico sobre la situación actual del voluntariado de acción social en España (Folia, 2010) como la Estrategia Estatal de Voluntariado 2010-2014 (Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, 2011; Folia, 2010).

De esta manera, la Plataforma del Voluntariado publicaba en 2013 el Estudio del perfil de las entidades y personas voluntarias en las entidades de la PVE 2012. Entre sus objetivos, destacamos el de «describir el perfil de las entidades y de las personas voluntarias que forman el tejido territorial de la Plataforma del Voluntariado de España» (PVE, 2013, p.8).

En 2015 se publicada la segunda edición del boletín Hechos y cifras, un recopilatorio de las investigaciones y datos sobre voluntariado en España. El último informe disponible es de 2016, titulado La población española y su implicación con las ONG que confirma el interés creciente de los españoles en la colaboración con las ONG a la vez que disminuye la colaboración económica.

En general, la mayoría de entidades de voluntariado de las Comunidad Autónomas no tienen actualizado los registros e historiales de altas y bajas de sus voluntarios, lo que dificulta enormemente la tarea de realizar el cálculo real de personas que son voluntarias en nuestro país. Esta situación se ve agravada por disparidad de registros que tienen las entidades, encontrándose incluso ausencia total de ellos (PVE, 2013). Además, es importante subrayar que en España se carece de una encuesta nacional sobre voluntariado.

Tradicionalmente, los estudios publicados sobre el perfil de las personas voluntarias se han centrado en las variables de sexo y edad (PVE, 2008). Desde hace unos años, se han ido incorporando más características sociodemográficas como el estado civil, nivel de estudios, ocupación… (Edis, 2010; Folia, 2010; Edis, 2012; PVE, 2013) como hemos visto en los últimos informes publicados. Sin embargo, seguimos teniendo un gran vacío si atendemos a otro tipo de variables que expliquen por qué se inicia la actividad, por qué abandonan o permanecen o cuál es el impacto de la actividad voluntaria.

A continuación describimos algunos de los rasgos más significativos de este perfil del voluntariado que podemos extraer de los últimos informes al respecto.  Basándonos en los datos del Observatorio del Voluntariado de la Plataforma del Voluntariado de España (PVE, 2015) en colaboración con Investigación, Marketing y Opinión (IMOP), con datos de noviembre de 2014, en España el 30,2% de la población mayor de 14 años afirma colaborar en una organización social, el 24,6% colabora económicamente y el 9,2% lo hace en tareas de voluntariado con un reparto por sexo algo superior para las mujeres en el caso de la colaboración en general y la colaboración económica. Estos datos son muy superiores a los que publicaba el CIS en 2011 y la PVE en 2013. Ver tabla 2.

Tabla 2. Estimaciones número de voluntarios

 

Barómetro CIS.

Datos 2011

Barómetro CIS

Datos 2013

PVE

Datos 2014

Porcentaje de mayor de 18

años

 

2,83%

 

2,68%

 

9,8%

 Estimación

1,09 millones

1,03 millones

3,74 millones

Fuente: PVE (2015)

En el estudio de la PVE no se observan diferencias significativas entre el porcentaje de mujeres y hombres voluntarios, pero el realizado por el Observatorio de la Plataforma del Voluntariado de España, que toma como muestra sus propias organizaciones, aparecen diferencias por género, ya que un 59,1% de los voluntarios son mujeres. Lo que puede señalar una mayor feminización de las organizaciones cuyo ámbito principal es la acción social.

Centrando la atención en la relación del voluntariado por edad, en los datos de 2014, si bien el 34% tiene menos de 34 años –lo que anuncia un importante relevo generacional–, el mayor porcentaje de personas voluntarias se da a partir de los 45 años y de los 65. Es posible que estas cifras estén relacionadas con los momentos de crianza (entre 35 y 44 años) o de cuidados de personas mayores dependientes (entre los 55 y 64 años). Como se verá más adelante, los cuidados domésticos influyen de algún modo en el interés del voluntariado.

Además de los estudios citados, se pueden analizar algunos datos del Barómetro de Diciembre 2014 del CIS sobre el número de personas voluntarias en España. En una de sus preguntas se recogía el voluntariado como una opción de actividad principal de las personas encuestadas. Por las respuestas obtenidas, se puede estimar que el 0,5% de la población mayor de 18 años (en torno a 200 mil personas) es voluntaria como actividad principal a lo largo del día. Entre ellas hay un porcentaje algo mayor de hombres que de mujeres y la mayor diferencia se establece por edad, puesto que no se encuentra a ninguna persona con menos de 25 años, mientras las mayores de 65 años representan el grueso de quienes se dedican principalmente al voluntariado.

La condición socioeconómica también es un factor influyente: cargos de dirección, personas en paro y estudiantes son los grupos que en el Barómetro de 2013 afirmaban dedicar más tiempo semanal a su voluntariado. En el estudio de 2014 de la PVE, sólo el 13,1% de las personas con un nivel socioeconómico alto o muy alto son voluntarias, pero representan el 37,3% del total.

Si la pregunta es por cuánto tiempo es una persona voluntaria, se cuenta con el dato de que el 60% de las personas encuestadas en 2014 llevaban entre uno y tres años como voluntarias.

En resumen, las cifras disponibles sobre el volumen del voluntariado anuncian una importante tendencia al alza, en particular con incorporación de las personas más jóvenes y de niveles socioeconómicos más altos, sin diferencias significativas entre hombres y mujeres, salvo que los hombres jóvenes realizan un voluntariado de carácter más puntual y las mujeres, más semanal.

En cuanto a otros datos sobre el perfil de las personas voluntarias, el Anuario del Tercer Sector de Acción Social en España (Edis, 2010) hace alusión a que, según su encuesta, cuatro de cada diez entidades del TSAS cuentan con colaboradores voluntarios con discapacidad (Folia, 2010). Con todo, es necesario reflexionar sobre la todavía falta de diversidad que hay entre las personas voluntarias, tanto respecto a la presencia de personas con alguna discapacidad, como la presencia de minorías étnicas y migrantes (Franco y Guilló, 2011).

En cuanto a esto, la Ley de Voluntariado, introduce en el Título II: de los voluntarios que las entidades «deberán garantizar el derecho a la igualdad de oportunidades y a la accesibilidad universal de los voluntarios mayores, con discapacidad o en situación de dependencia, de manera que puedan ejercer, en igualdad de condiciones respecto del resto de los voluntarios, los derechos y deberes que les correspondan de acuerdo con esta Ley, erradicando cualquier posible forma de discriminación».

Entidades como CIVICUS, IAVE y Naciones Unidas alertan sobre la imagen poco plural del voluntariado (Franco y Guilló, 2011): «los prejuicios raciales y étnicos, las obligaciones religiosas, los roles familiares, sociales y culturales de género, además de los estereotipos sobre personas con discapacidad y sobre otros grupos, limitan la participación de las personas para el voluntariado, la acción social y el desarrollo» (CIVICUS, IAVE y UNV, 2008).

Varios estudios concluyen que en la actualidad los datos apuntan a una más que probable diversificación de perfiles en relación a la edad de las personas, incluso el sexo (Edis, 2012; Folia, 2010).

El estudio de los nuevos perfiles del voluntariado es un tema de gran interés tanto para europeos como para españoles [2]. En la última década, el nivel de voluntariado en Europa muestra una tendencia al alza. Si tuviésemos que describir el perfil del voluntario europeo estándar sería el de un hombre con empleo [3], formado y que vive en el campo o en ciudad pequeña (Szabo, 2011). El problema es, como hemos dicho antes, que hay diferencias entre los estados miembro. Por ejemplo, tanto en Francia como en España, el voluntario estándar sería una mujer aunque el resto de atributos coincidiría. Lo que también parece mantenerse es una fuerte correlación entre el voluntariado y el nivel de educación y/o actividad profesional (Szabo, 2011).

Debido al envejecimiento de la población a nivel europeo y especialmente en España, también parece inevitable la tendencia al envejecimiento del voluntariado (Castellano, 2016). Algo que sin embargo parece estar pasando desapercibido por muchas entidades.

Una vez abordado el tema del perfil de las personas voluntarias, procedemos a analizar las tendencias actuales del voluntariado, así como sus posibles retos de cara a los próximos años.

 

3. Tendencias, retos  y futuro del voluntariado

El voluntariado ha aumentado en los últimos años, tanto el número de personas que realizan labores de voluntariado, como el número de entidades que declaran ser organizaciones con voluntariado o de voluntariado (PVE, 2015).

Parece que en toda Europa el voluntariado es un fenómeno al alza y España es uno de los países donde más se está evidenciando este fenómeno (GHK, 2010; Castellano, et al., 2011). Las causas que lo explican, según el estudio de la Comisión Europea (GHK, 2010), son varias: las iniciativas públicas de promoción de voluntariado, el incremento de entidades de voluntariado, el aumento de personas voluntarias y el aumento de servicios sociales públicos que se desarrollan con voluntariado. Se suma a ello la tendencia de realizar voluntariado durante pequeños periodos de tiempo en proyectos muy concretos, lo que aumenta el número de personas voluntarias (GHK, 2010; Castellano, et al., 2011).

Medina (2003) añade que entre las razones para el aumento del voluntariado subyace la actual crisis de valores, el creciente descontento con los partidos políticos y sindicatos, mayor disponibilidad de tiempo libre, aumento de las necesidades sociales y crisis del Estado de Bienestar, una mayor confianza en las entidades del Tercer Sector y un retraso en el acceso al mercado laboral.

Además del aumento del número de voluntarios, hay que prestar atención a otra tendencia de gran importancia como es la diversificación de perfiles, que podría estar bastante marcada por el ámbito en el que se quiere ejercer el voluntariado, habiendo significativas diferencias por sexo y, en algunos casos, por edad (Folia, 2010).

Las nuevas tendencias están marcadas por diferentes factores, que son a su vez el reflejo de una nueva sociedad. Para Castellano et al. (2011) son producto de tres cambios elementales: la acción intencionada de organizaciones e instituciones por promover el voluntariado, la aparición de la tecnología de la información y la comunicación por parte de las entidades y las propias trayectorias culturales y demográficas de nuestro país.

En el conjunto del territorio español las tendencias más significativas son: la baja presencia de la exclusión social en los ámbitos de voluntariado, tiempo variable de dedicación, la falta de diversidad de perfiles, la feminización, el voluntariado dirigido en términos de demandas a las personas jóvenes, el voluntariado de las personas mayores, el voluntariado medioambiental, el voluntariado asociado a la responsabilidad social de las empresas, y en menor medida el voluntariado a distancia, el ciberactivismo y el cibervoluntariado (Folia, 2010; Franco y Guilló, 2011).

Como se ha visto en el epígrafe anterior, parte de estas tendencias han sido reflejadas en la nueva  Ley de Voluntariado, como por ejemplo señalando como potencial ámbito de actuación el cibervoluntariado (artículo 2) y el voluntariado asociado a la empresa, también conocido como voluntariado corporativo (artículo 21).

Estas nuevas tendencias conviven en la actualidad con nuevas formas de voluntariado como el asociado a los grandes eventos o el especializado en grandes emergencias, pero es dudoso que pueda considerarse voluntariado, pues se aleja de lo que consideramos la acción social (Folia, 2010).

Otra tendencia que suscita confusión y desacuerdo es el voluntariado asociado a la formación. Desde la Plataforma del Voluntariado hay consenso sobre la importancia de incorporar proyectos de ‘aprendizaje-servicio’ dentro de los itinerarios formativos, lo que fomentaría la cultura solidaria y se constituiría como una potencial cantera de voluntarios (PVE, 2008; Franco y Guilló, 2011). El problema viene cuando ciertas universidades canjean créditos por la realización de actividades solidarias, pervirtiendo de alguna manera el espíritu del voluntariado. Un debate que sin duda deberá ser abordado en los próximos años tanto desde las entidades de voluntariado, como desde las universidades.

Algo parecido sucede con el voluntariado derivado de las acciones de Responsabilidad Social Corporativa (RSC en adelante). Este voluntariado está asociado a muchos temas de importancia, todos ellos complejos: a la financiación de las ONG, a las estrategias de responsabilidad social empresarial, la inversión socialmente responsable, la vigilancia del cumplimiento de los derechos de los y las trabajadoras (y la normativa nacional e internacional), el fomento del voluntariado entre profesionales, o el diálogo entre sector empresarial y Tercer Sector (Folia, 2010). Este voluntariado bajo el paraguas de empresas comerciales suscita dudas sobre la finalidad de la promoción de la acción voluntaria vinculada a la RSC. Como manifiestan Castellano et al. (2011), cabe preguntarse si la razón es contribuir a concienciar a las personas empleadas sobre el voluntariado o si lo que hay detrás es puro marketing: utilizar a sus empleados para hacer publicidad de la marca que luego difundirán como socialmente responsable[4].

Aunque el voluntariado corporativo no ha sido introducido como un ámbito propio de actuación del voluntariado en la Ley 45/2015, sí aparece en el Título VI como promotor de la acción voluntaria desde la empresa. En esta Ley se establece; primero, que dichas actividades deberán enmarcarse en alguno de los ámbitos definidos en la Ley y;segundo, que la labor de voluntariado se realizará a través de entidades de voluntariado ya existentes, pero también de nueva creación, a través de la adscripción libre de los trabajadores a los programas de voluntariado.

Otro voluntariado emergente es el medioambiental, que puede ubicarse en una categoría de ecologismo social, yendo más allá del clásico conservacionismo. Una de sus características más destacadas son la influencia de la estacionalidad y el perfil mayoritario de gente joven (Folia, 2010). Algunos autores que han abordado este tipo de voluntariado son Dávila (2003) y Chica (2009).

Existe una importante tendencia que pasa a menudo desapercibida. Nos referimos a las personas mayores. Este ha sido identificado como uno de los colectivos voluntarios que más está creciendo dentro de las entidades del Tercer Sector y se le debe prestar especial atención (Systeme, 2015). Sin embargo, existe poca información sobre este tipo de voluntariado, y poca información sobre las personas mayores voluntarias (Castellano et al., 2011; Medina et al., 2016). La mayor esperanza de vida y el mejor estado físico son factores clave para la presencia de las personas mayores en el ámbito del voluntariado (Szabo, 2011). Aportan su experiencia vital y su tiempo, dos valores imprescindibles. Y lo hacen para mejorar la calidad de vida de otras personas mayores, para asesorar a otras más jóvenes o para incidir de forma activa en el mundo en el que viven (Folia, 2010).

Otra de las grandes tendencias del voluntariado actual es realizar voluntariado durante pequeños periodos de tiempo o en acciones muy puntuales (PVE, 2011). Esta nueva forma de voluntariado es incorporada como hemos visto anteriormente en la reforma de la Ley de Voluntariado como posible ámbito de actuación. Concretamente, la realización de acciones concretas y específicas, sin implicarse en programas globales o a largo plazo.

Esto es reflejo de una de las tendencias de la que las entidades vienen apuntando los últimos año: la disminución del tiempo de permanencia de los voluntarios en las organizaciones. Algunos autores lo han llamado polivoluntariado. Es decir, hacer voluntariado en más de una entidad y por un periodo de tiempo más corto. Esto supone un cambio en la concepción del compromiso voluntario y en los próximos años habrá que estar atentos por los posibles perjuicios que pueda acarrear a las entidades y las personas con las que intervienen, ya que la gran mayoría dependen de los voluntarios para mantener proyectos y servicios.

Como vemos, el voluntariado es un fenómeno vivo con una continua emergencia de nuevas manifestaciones de la solidaridad, la incorporación de nuevos actores con nuevos perfiles y la cada vez más presencia de la tecnología y las redes sociales. Los retos que afronta el voluntariado son cada vez más numerosos y complejos pero muchos de ellos son comunes a los que tendrán que asumir el resto de países europeos. Por ejemplo, la mejora del marco legal del voluntariado, su promoción desde las administraciones públicas, la necesidad de ajustar la demanda a los nuevos perfiles y formas de voluntariado y la propia mejora el conocimiento sobre el fenómeno (PVE, 2011).

En este sentido, la última Estrategia Estatal de Voluntariado 2010-2014, recogiendo lo identificado en el Diagnóstico sobre la situación actual del voluntariado de acción social en España (Folia, 2010) enumeraba cuatro retos de cara al futuro para el desarrollo del voluntariado:

1.      Aumentar la capacidad de transformación social y participación activa del voluntariado.

2.      Mejorar el conocimiento del voluntariado.

3.      Ampliar los márgenes de sostenibilidad de las entidades voluntarias y del Tercer Sector en su conjunto.

4.      Mejorar la gestión del ciclo de la acción voluntaria.

 

Los cambios sociales y las tendencias demográficas, principalmente el envejecimiento, añadido al desarrollo tecnológico, ponen de manifiesto un nuevo panorama dentro de la escena del voluntariado que acarrea la incursión de nuevos e importantes perfiles, destacando especialmente el voluntariado de personas mayores (Folia, 2010; Fundación Luis Vives, 2011; PVE, 2011).

 

5.      Conclusiones

El voluntariado es la expresión práctica de la solidaridad y, sin duda, una forma de participación social con una fuerte vinculación a la comunidad, ya que contribuye a la cohesión social (Franco y Guilló, 2011).

En los últimos años, el fenómeno del voluntariado está experimentando una serie de cambios que se están produciendo de manera global. Se podría decir que asistimos a una nueva revolución del voluntariado, aumentando cada año el número de personas que participan en las entidades como voluntarias. Todo ello también ha venido acompañado de una diversificación de los perfiles y las formas de participar y permanecer en las entidades.

La tendencia al polivoluntariado y la reducción del tiempo de permanencia de los voluntarios en las entidades ponen en jaque a las organizaciones obligadas a dar respuesta a un fenómeno que pudiera perjudicarlas en gran parte. Tengamos en cuenta que actualmente el tercer sector se sustenta mayoritariamente con la presencia de personas voluntarias. El voluntariado representa de media el 71,5% del total de las personas que trabajan en el sector (Systeme, 2015).

La gran importancia en términos sociales y económicos que está adquiriendo el voluntariado contrasta, sin embargo, con la escasez de conocimiento científico y la ausencia de instrumentos para la medición de su impacto.

Esto plantea la necesidad de mejorar el conocimiento sobre el voluntariado y una apuesta por la gestión del voluntariado hacia un modelo que garantice la calidad y la estabilidad (PVE, 2015; Castellano, 2016). El voluntariado de acción social debe ir acompañado además de un proceso de reflexión y crítico. El voluntariado es una forma de participación con un espíritu transformador y reivindicativo

Pese al incremento de voluntarios de los últimos años, las entidades sociales van a necesitar la colaboración de muchos voluntarios y previsiblemente, muchos de ellos van a responder a los nuevos perfiles y formas que están tomando fuerza, especialmente, las personas mayores, el voluntariado joven y asociado a las nuevas tecnologías e incluso el voluntariado corporativo. En nuestra opinión sería interesante incentivar la participación tanto desde las empresas, como la administración pública siempre en colaboración con as entidades de voluntariado.

 

6.      Bibliografía

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[1] http://www.plataformavoluntariado.org/noticia.php?id=2752

[2] NNVIA Conference 2010 - Changing the profile of Volunteering NNVIA

[3] El hecho de que el voluntario europeo estándar sea hombre se explica por el importante número de voluntarios en el sector del deporte, en el que la implicación de voluntarios hombre es muy elevada. (Szabo, 2011).

[4] Según el estudio “La Responsabilidad Social Corporativa: Tendencias Empresariales en España”, las empresas tenían las siguientes motivaciones para la implantar la RSE: el 91% principalmente la reputación, el 67% la presión de los consumidores y tan sólo un 28% la presión de las ONG, (PriceWaterhouseCoopers, 2003).

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