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Economía y educación en el gobierno de Mauricio Macri. Notas para una consideración histórica

 

Patricio Iván Pantaleo

 

UNSL y UCC (Argentina)

 

 

El título de la presente nota de opinión conjuga tres elementos –economía, educación e historia- que conforman los núcleos de su principal objetivo: presentar algunas de las principales fuentes sobre la reforma educativa impulsada por el gobierno argentino de Mauricio Macri en el contexto de su programa político-económico para que puedan constituir, a posteriori, elementos de una investigación histórica. Como tal, las fuentes presentadas aquí son de distintas índoles pero el discurso que media su selección y contextualización es el histórico.  

Sin ser adepto ex professo de ideología política alguna, guardo una presentación sobre la educación en otras épocas de la historia argentina para un momento oportuno. Sin embargo, a modo comparativo y para quienes una sola experiencia no basta, el éxito se ha presentado como uno de los objetivos primordiales del proceso educativo. ¿Qué se busca con la educación? ¿Cuál es la salida laboral? ¿Cuántos estudiantes ingresan y cuántos egresan? ¿Cómo lograr permanencia? ¿En qué contribuye la educación al desarrollo del país?, entre otros, son los interrogantes que relacionan, consciente o inconscientemente, la noción de éxito con la del proceso para lograrlo. Esto me viene a colación, luego de hojear La educación de los que influyen de Luciana Vázquez, donde pensé que en mayor o menor medida y cambiando los actores protagonistas, el éxito está en distintos discursos ideológicos y con diferentes significados. Ahora, la cuestión es ¿Cuáles son estos significados? y, específicamente, ¿cuál es el significado del éxito en la era macrista?

Luciana Vázquez se pregunta cuál fue la educación formal de quienes hoy lideran, mandan, influyen, en definitiva, tienen éxito. Este éxito lleva asociados las determinaciones que ya Max Weber anticipó hace tiempo como causante del capitalismo: el éxito tiene una correspondencia económica, material, que podría traducirse en que si eres pobre o tus cuentas están en rojo, tienes altas probabilidades de no estar predestinado, salvado. Ahí, éxito, economía y educación se relacionan con religión; claro está, que es una tesis diametralmente opuesta a la origenista apocatástasis, es decir, que todos (estamos) seremos salvados sin importar condición u acto. Sin embargo, ésta tesis no triunfó en el mundo tardo-medieval occidental. La asociación entre éxito y espiritualidad o religión tiene así larga data. No voy a discurrir entre las distinciones que realizan algunos estudios religiosos contemporáneos sobre la diferencia entre religión y espiritualidad, solo decir el que núcleo primordial de toda religión, para mí, es la espiritualidad, el impulso místico que lleva a los seres humanos a la realización de una experiencia certera pero inefable que trascienda el sufrimiento. Lo demás, las instituciones, el clero, la historia, es política.

Ahora bien, de antaño acontece una puja por el significado de ciertas palabras, entre ellas, educación, y su relación con el éxito determinó un logro, una predestinación de quien, favorecido por las condiciones del reino, accedió a la posesión representativa de una elección que viene, claro, de otro mundo. Este éxito, ansias de realización, se sienta en las bases del desarrollo religioso occidental, incluso antes del calvinismo, donde el ser humano es incompleto y requiere de algo exterior que lo complete, que le muestre que ha sido elegido, que es importante (en el mundo). Llega hasta nuestros días, matizados, en la religiosidad presentada para los grupos de élite en sus círculos cerrados, con elementos budistas, hinduistas, zen, new age, ocultistas, entre otros, con el principal objetivo de evidenciar en el exterior la predestinación del alma. Ambición y posesión, serían los cánones más acertados para evaluar la materialidad de la, llamémosle, espiritualidad de élite, ya que es una falta con las tradiciones religiosas utilizar banalmente las idea de abundancia y confort que muchas veces signan una búsqueda espiritual. Asimismo, tampoco se pretende ser un purista de las ontologías religiosas menospreciando la contaminación histórica, por no decir la dialéctica religiosa, que subyace a la constitución de las creencias, mitos y sistemas dogmáticos. Sin más, solo cabe caracterizar que, hoy en día, la construcción de una espiritualidad empresarial tiene más adeptos en los sectores adinerados de la sociedad que en sectores populares. Claro está, aunque a los populistas le pese, ante los ojos del señor todos somos iguales.

La educación, así, ha sido el principal proceso mediante el cual, las élites gobernantes, diferenciaban a la sociedad entre quienes tenían una formación para el trabajo industrial y quienes accedían a otro tipo de educación, la instrucción para puestos de poder y la construcción y mantenimiento de relacionen sociales que garantizaran dicho dominio. Detrás, hay una visión de mundo y el lugar que los actores sociales juegan en él. Detrás, y trayendo a colación esas definiciones de religión como una búsqueda de sentido y la construcción de un mundo de la vida en base a eso, hay una educación que se sienta en una manera de ver el mundo, cosmología o religiosidad, donde hay quienes se salvan y quienes no, hay indulgencias y pecadores, civilización y barbarie, negros y blancos, primer mundo y atrasados.

Sobre esta base, el proceso macrista desarrolla una política educativa acorde a una dicotomía histórica conocida, donde el modelo de referencia es el desarrollo del primer mundo –como dice Merlí, no hay que olvidarse de nombrar a Finlandia- mientras que el resto solo ha generado atraso, pobreza y corrupción, evidenciado, claro está, en los bajos niveles de sus procesos educativos como lo atestiguan los prestigiosos e incuestionables Informes PISA, ya que poseen las herramientas cuantitativas –solo desarrolladas en la tradición anglosajona, por cierto, lo demás es literatura- capaces de medir el desarrollo cultural de un país. Cuando Mauricio Macri expone su propuesta de reforma educativa en el debate presidencial previo al ballotage en el 2015, luego de hacer un fuerte hincapié en la innovación y desarrollo de la educación inicial y primaria, sostiene:

“…quiero proponer también una revolución en la calidad educativa, lo que hicimos en la ciudad que lo pongamos en marcha en todo el país, la computadora de primer grado, el inglés, innovación, diseño creativo, robótica, programación, emprendedurismo en los secundarios. Esa reforma es la que va a permitir que nuestros chicos, no solo aprendan los trabajos del hoy, sino que sean capaces de crear los trabajos del mañana y para eso tenemos algo maravilloso que son nuestros docentes, a los cuales tenemos que apoyar, tenemos que reivindicar, darles el prestigio social, pagarles bien y transformarlos realmente en esos agentes de cambio. Entender que todos tenemos que estar comprometidos con una capacitación permanente…”[1]

 

Después sigue hablando del CONICET y la ciencia en Argentina, pero esto ya es tema aparte y para mejores referencias preguntarle a los científicos que vieron en su recibo de sueldo de Abril el monto final de un centavo[2]. Sobre el discurso inicial del presidente Macri, destaco dos elementos que configuran su propuesta educativa: reforma (y revolución, lo usan como sinónimos) y docentes.

Desde el principio su propuesta política fue motivada por un slogan ya trillado –aunque innovador para varios-, el cambio, y con un norte: desmantelar lo construido por el gobierno anterior, profundizar en políticas que fueran capaces de reinsertar a la Argentina en el escenario mundial y obtener el reconocimiento de las potencias mundiales para, algún día, luego del stop and go, poder generar un desarrollo genuino. Cual nostalgia del granero del mundo, los políticos del gobierno pasan por alto todo el desarrollo teórico del siglo XX y conciben, una vez más, a las potencias como modelos a imitar soslayando los procesos imperialistas que le dieron origen y la política exterior invasiva y extractiva que sustenta sus economías y niveles de vida, a diferencia de las nuestra. El gobierno de Macri se presenta como revolucionario, como innovador, como el grupo de personas capaces de crear algo nuevo siguiendo las normas adecuadas para reinsertarse al mundo. Esto, sin embargo, para un sector político argentino de raigambre historicista, en los cuales me incluyo sin ser peronista, está lejos de ser innovador; caso contrario, las reformas tienen largos antecedentes y el mundo tiene nombre y lógica: FMI, potencias centrales y su lógica es la financiera.

La reforma educativa contempla así, en primer lugar, una evaluación: Aprender 2016[3] y repetida en 2017. Los resultados de esta evaluación son dolorosos según el presidente de la nación[4] y la principal evidencia es el bajo nivel en matemáticas y lengua, y la diferencia de calidad entre la educación pública y la privada. Como dijo el presidente en el discurso donde presenta los resultados: “La terrible inequidad entre el que puede ir a escuela privada versus aquel que tiene que caer en la escuela pública”[5]. Los diarios opositores han dado rienda suelta a su tinta no menos sensacionalista que los periódicos escuderos de la libertad con esta expresión de Macri sobre caer en la escuela pública[6]. Claro está, no se podía pedir menos, tal vez ni el presidente ni muchos funcionarios han pisado demasiadas veces las aulas de escuelas públicas marginales hasta el momento de sus caminatas de campañas; empero, muchos de la cartera educativa tienen posgrados administrativos, algunos educativos, en universidades estadounidenses y aquí viene otro elemento importante en esta reforma -auto percibida revolucionaria- educativa.

A partir del 2016 el gobierno argentino envía grandes cupos de docentes a perfeccionarse a Estados Unidos, en convenio con Fulbright y diferentes universidades estadounidenses. Tuve el agrado de participar en la primera experiencia de intercambio junto a otros 95 docentes y directivos más del país; en el año 2017 fueron 400 becados en total y para este año se espera la misma cantidad, por lo que se puede considerar una política de  relevante importancia en materia educativa. La intención es clara:

“Lo que se busca es experiencias innovadoras en el aspecto pedagógico, de liderazgo educativo, en la relación con los alumnos y la gestión institucional. Generalmente, el docente que estuvo muchos años termina siendo reconocido y termina siendo directivo, y no suele tener capacitaciones para estos cargos”[7].

 

Así, explica el director de la Dirección Nacional de Cooperación Internacional del momento y reafirma, en la misma fuente, su intención de expandir esas políticas:

“Nuestro próximo destino es Finlandia, uno de los mejores países en cuestión educacional. Van a viajar 24 docentes, uno de cada provincia más dos acompañantes, para tener una experiencia en una de las mejores universidades del mundo. Es el primer envío a Finlandia, una prueba piloto que, si sale bien, vamos a tratar de repetir”.

 

Aquí está de nuevo, Finlandia, el paraíso educativo que nos asesorará en la reforma de los liberales ilustrados[8], aunque en consulta por email a una de las integrantes de la Dirección Nacional de Cooperación Internacional, informó que los que participaron del intercambio con Finlandia no fueron docentes sino miembros diplomáticos del área, lo que marca una diferencia con el intercambio a Estados Unidos. Vale aclarar que el sarcasmo va hacia el discurso político reverenciador de los logros ajenos, imitador ciego de las recetas del primer mundo y negacionista de la herencia cultural regional, no contra los logros y procesos generados en los países mencionados. Si bien, en lo que respecta a Finlandia, están empezando a salir algunos artículos críticos sobre su sistema educativo que contemplan algo más que los informes PISA[9], lo misma cabe para el proceso estadounidense o europeo en general. Compartiendo una perspectiva problematizadora de la corriente de la liberación, se pugna por superar un discurso totalitario sobre los países desarrollados y complejizar las acepciones que sobre la realidad de esos países se elabora.

Retomando, mucho se podría decir sobre la experiencia en universidades y escuelas estadounidenses por parte de docentes y directivos argentinos. Es, sin duda, una política de (de)formación sin igual en la historia educativa argentina, solo comparada con aquella historia sarmientina de esas sesenta y una mujeres y cuatro hombres que vinieron a expandir e influenciar las buenas prácticas del mejor modelo educativo del mundo, el estadounidense según sostenía Sarmiento[10]. Las visiones se corresponden, el primer mundo como modelo a seguir y varias de las prácticas genuinas de nuestra región como modelos a superar. Quien esté interesado en indagar en el material que se elaboró durante la estadía en Estados Unidos durante el 2016 y el 2017 puede acceder a un desarrollo bastante completo y organizado en la página perteneciente a la Escuela de Posgrado en Educación de la Universidad de California, sede Los Ángeles[11].

Resumiendo mi visión de la estadía del año 2016, uno de los principales objetivos que siempre se planteó es el feedback de experiencias educativas y la elaboración de espacios donde pudiéramos poner en común la trayectoria argentina junto a la estadounidense. Sin embargo, si bien siempre estuvimos bajo la atenta supervisión de las autoridades a cargo del programa, muchos de los espacios creados fueron para la formación de los docentes asistentes en la tradición y experiencia norteamericana. Sí se pudo plantear problemáticas o cuestionamientos a las experiencias que se presentaban y su forma de abordaje, pero no se ponderó la trayectoria de los docentes y directivos asistentes de la forma propuesta. Muchos espacios consistieron en clases magistrales y cuando nos tocó salir a conocer experiencias educativas lo hicimos de forma pasiva. Algún que otro directivo norteamericano se impacientó cuando le planteamos como hacen para formar en una cultura de la paz, como dijo, teniendo como campo experimental un buque retirado de la armada estadounidense, el USS Iowa. En fin, la comida muy rica, lugares lindos y prolijos y la experiencia enriquecedora, más que por las propuestas presentadas en la educación estadounidenses (que como en todos lados del mundo presenta cuestiones a rescatar y otras a mejorar), por la cantidad de colegas con los cuales nos encontramos y pusimos en boga las realidades regionales de la educación argentina que los ponentes académicos estuvieron lejos de vislumbrar; por otra parte, el amplio consenso de rescatar los logros de la educación pública (a la cual entendemos muy diferente a como la entienden los estadounidenses), gratuita y de calidad, la inclusión de las tecnologías que se dio en los últimos tiempos y la ausencia del elitismo educativo que sí está presente en la experiencia norteamericana generando una gran frustración o auto exigencia en los adolescentes y una segmentación y restricción en el acceso al nivel superior. En cuanto a las principales falencias de la educación nacional se destacó la marginalización salarial y social del docente. Particularmente surgió una idea, que luego el gobierno de Macri utilizó como base de la reforma que propicia con el Plan Maestro o el Plan Educación Secundaria 2030[12] y es un nuevo sistema de carrera docente que acabe con los denominados profesores taxi.

Aquí viene a colación la segunda cuestión importante en la reforma de Macri, los docentes y el valor de sus reivindicaciones. Tomando el toro por las astas, la cuestión principal es el salario. Los docentes argentinos para cumplimentar un salario medianamente significativo deben acumular horas de dictado en diferentes instituciones (solo algunos tienen la posibilidad de agruparlas en una sola) y cuando no, en diferentes jurisdicciones. Aún así la renta docente media, por ponerle un nombre economicista, lejos está de cumplimentar las promesas de campaña de la gobernadora de Buenos Aires, caballito de batalla de Macri en la provincia y un reflejo de las políticas nacionales: “Un docente no debería ganar, no sé, mínimo 40.000 pesos”[13]. Esa suma al cambio del dólar de hoy (19/6/2018), serían 1.406,96 tomando un cambio de 28,43 aunque si se toma el cambio que estaba en la misma fecha del 2017 (16,39) sería de 2.440,51 dólares y a la misma del 2016 (14,13) sería de 2.830,85. Si más o menos su anhelo se hubiera concretado rápidamente asumió en la provincia, la devaluación de la moneda hubiera seguido su curso y la equiparación en moneda nacional del salario también, hoy día un docente con todas sus horas tomadas estaría cobrando 80.481,06 pesos (Todos los cambios tomados de los registros históricos de Ámbito financiero[14]). Claro que ni la economía no es tan simple, ni la voluntad de los políticos tan dedicada, ni la de los gremios tan samaritanas. Mientras tanto, un docente sigue cobrando en promedio a nivel nacional, siendo generoso y contemplando antigüedad y sin valorar la carga horaria y exigencia a ese docente $17.124, al cambio de hoy son 602,33 dólares. Estos datos se pueden encontrar detallados por provincia en los Informes Indicativos del Salario Docente [15] y algunos datos más benévolos con los estadistas que con los docentes, presente en el informe de la OCDE (a la que Macri tanto aspira ingresar para el beneplácito de los primermundistas) donde el bajo salario de los docentes argentinos  aparece en 19.629 dólares anuales[16], lo que daría 1635,75 dólares mensuales; estaría de más hacer la conversión y comparación con los indicadores nacionales para saber que esa cifra, aún estando por debajo de la media, es irrisoria. Si los estadistas de la OCDE estimaran el ingreso anual docente en 7227,96 dólares que es lo que da la multiplicación acorde a los índices locales, lejos estaría Macri de cumplir su sueño de ingreso si sólo de eso se trataría; aunque el préstamo por 50.000 millones de dólares con el FMI para calmar al mercado financiero y congraciarse con los organismo internacionales (o sociedades como MSCI[17]) puede torcer esa decisión aunque no en beneficio para los docentes. Para finalizar con esta cuestión económica no puedo dejar de ponderar mi situación particular. Trabajando en el nivel superior, con medio cargo en jurisdicción nacional y medio en provincial, con cinco años de antigüedad, cobro un total de 28.223,49 pesos lo que al cambio de hoy son 992,73 dólares y 11.912,76 dólares anuales; cifras que siguen por debajo de la media analizada por la OCDE para un maestro de grado con diez años de antigüedad.

Para cerrar, quedan varias cosas en el tintero respecto a la reforma educativa del presidente Macri y su gabinete liberal. Entre estos, la remodelación de la formación docente a nivel nacional con la nueva versión del programa Nuestra Escuela [18] y el intento de concentración de toda la formación docente de la ciudad de Buenos Aires en la uniCABA[19] y algunos discursos liberales (mejor dicho librecambistas, para ser justos con los liberales de primer orden) sobre educación a nivel regional[20]. En todos estos media un discurso de élite primermundista empresarial sobre la educación que aplica a la experiencia nacional las recetas para lograr condiciones de desarrollo, olvidando, sin embargo, que las condiciones más que por disposiciones internas, no se generan por negaciones externas propias a un mundo donde las diferencias hacen al dominio.

 



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