Magíster vitae. 

“Miss California y una breve historia de la Democracia”.

 

Carlos Fernández.

 

Historiador y ensayista. IEHS (España).

 

 

Las cosas muertas pueden ser arrastradas por la corriente; sólo algo vivo puede ir contracorriente” (G.K. Chesterton, El hombre eterno, 1925).

 

  

Quis custodiet ipsos custodes?”; esta antigua locución latina e ideal permanente de todo Estado de Derecho, encuentra una única respuesta en la actualidad; una respuesta cifrada por el “modo ideológico de pensar” en estos términos: la corrección ideológica. Ni eficacia técnica ni respeto a la tradición; para los ideólogos de la “sociedad del eterno progreso”, sólo las ideas sancionadas por el poder político de turno pueden y deben responder a la pregunta antes señalada. Así “¿Quién vigilará a los vigilantes?, ¿Quién guardará a los guardianes?, ¿Quién vigilará a los propios vigilantes?”. El escenario público, en la gestión política y en las creencias colectivas, debe ser controlado y vigilado, exclusivamente, por las ideas alumbradas bajo el mito de la “ingeniería social”.

 

La valoración ciudadana de la gestión técnica, de los logros de la administración pública, de la decisión política, de la adecuación al legado de la tradición, de la responsabilidad en la dirección, del respeto a la libertad de conciencia, o del nivel de separación de poderes son minusvalorados, en beneficio de la siempre pertinente corrección ideológica; es decir, del grado de adecuación de los responsables políticos a un determinado modo de pensar que, inevitablemente, debe ser compartido por el conjunto de la sociedad. Pero este mecanismo de control, ejercido con maestría desde la prensa oficiosa y desde los lobbys de pertenencia, traspasa los límites del “espacio político” estatal, para imponerse en el propio orden social.

 

Así, la conquista ideológica del Estado es el primer paso; el segundo, la eliminación de toda barrera en la separación de poderes (o “la muerte de Montesquieu, como sucede en la España actual); el tercero, una propaganda pública que haga ver a la ciudadanía que la libertad, y por ello sus derechos civiles, son concesión “graciosa” del Estado; y en cuarto y último lugar, la transformación de las conciencias personales y de las estructuras sociales desde el Derecho y la Educación. La democracia se convierte de instrumento jurídico-político y como cultura de convivencia, en un mero sistema de control de la mayor de las libertades humanas: la libertad de expresión. Así, el “crepúsculo de las ideologías” que anunció Fernández de la Mora parece no llegar a su fin.

 

Pero paradójicamente, uno de los espectáculos mediáticos de menor carga intelectual, defenestrado tradicionalmente, y con razón, por las elites culturales occidentales, se ha convertido en el escenario donde la actual democracia desvela su rostro epocal. Carrie Prejean, icono erótico y actual Miss California, al ejercer su libertad de expresión no sólo perdió el título Miss USA, sino que fue criticada y perseguida, no tan paradójicamente, por aquellos que hacen bandera de la tolerancia social y de la libertad sexual. Su respuesta a la pregunta sobre las“bodas" saltó todas las alarmas en el mundo de la farándula y del espectáculo, supuesto reino de la libertad y del amor.  "El matrimonio debería ser algo entre un hombre y una mujer", dijo Prejean "sin ánimo de ofender", en respuesta a la pregunta del famoso bloguero Perez Hilton, jurado en el certamen de belleza celebrado en Las Vegas (Nevada).

  

Este “irresponsable” ejercicio de libertad de expresión de una “maniquí social”, bien por desvelar sus creencias, bien por ir contra cierta doctrina oficial, nos desvela las claves de la actual etapa en la historia de la democracia. Una época donde las opciones políticas y las modas ideológicas vienen marcadas por el “ascendiente moral” de los protagonistas de los “mass media”, por su capacidad de atracción e influencia. La era de los técnicos no parece llegar, y la hora de la tradición parece haber pasado. La custodia de la democracia pasa, irremediablemente, por los portavoces del progresismo o del derechismo, y el control de los medios de comunicación de masas es la misma conquista del Estado.

 

La historia de la democracia parece llegar a su fin; la “conquista de los derechos sociales”, cualquiera que sea su formulación, es la culminación de un proceso que convierte la democracia en un simple sistema de mayorías y minorías, sin base moral objetiva, sin criterios técnicos de gestión. La lucha electoral es el único escenario posible de debate sobre “lo político”, siendo los ciudadanos meros participes de una “lotería” definida por los recursos en juego y la propaganda realizada. Por ello, el número siete de La Razón histórica va dedicado al estudio de la democracia desde diferentes ópticas y con diferentes puntos de vista. Así, en primer lugar Esteban de Castilla recupera la visión comunista sobre la Democracia popular, aún presente en regímenes deslegitimados y en mentalidades ideológicas aún no superadas. El historiador Sergio Fernández Riquelme continúa mostrándonos la pluralidad histórica de la democracia, a través del estudio del proyecto de democracia industrial elaborado en Gran Bretaña, de la mano del olvidado "guildismo". Como correlato, recuperamos el texto de Victor Pradera sobre "Los falsos dogmas", monumento intelectual frente al relativismo y el mundo moderno. El profesor Pedro Carlos González Cuevas, uno de los grandes maestros de la Historiografia española actual, nos ilustra sobre la democracia, en su historia y en su concepto de manera magistralmente crítica. El jurista Miguel Ángel Dato nos recuerda la división de poderes contenida en la obra de Montesquieu, en peligro de extinción en los tiempos contemporáneos. Sebastián Dueñas nos muestra la íntima relación entre democracia y familia contenida en la obra de Chesterton, ejemplo para la recuperación de la "sociedad sana". Sergio Fernández colabora de nuevo con un breve trabajo sobre un historiador relevante, como Johan Huizinga, capaz de señalar la base cultural de toda manifestación histórica. Y para terminar, el historiador A.D. Martín Rubio nos ofrece la segunda entrega de su apasionante historia de la persecución religiosa en la España contemporánea. Como corolario de este número, reseñamos el libro del filosófo italiano Giovanni Sartori, que en clave didáctica nos ofrece una pequeña guía, sumamente ilustrativa, del concepto y realidad de la democracia.

  

 

 

La Razón Histórica, nº7, 2009 [2-3], ISSN 1989-2659. ©IPS.

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